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Luis Racionero publica 'Entre dos guerras civiles': "El español lleva la envidia en el genoma"

(Núria Escur - La Vanguardia)
"Lo peor de un nacionalismo es que no sea cosmopolita", afirma el autor de 'Entre dos guerras civiles'.

"Mi infancia son recuerdos de una ventana orlada de glicinas que miraba al Pirineo, mi juventud, mixtificaciones y aburrimientos en la escuela secundaria y de ingenieros; la vida adulta, un caos de placeres y errores. Sólo la madurez me ha traído serenidad y contento. No podía ser de otro modo en este país cainíta, cafre y envidioso, que no tiene remedio y que acabamos ignorando para no despreciarlo".

Con ese guiño a Antonio Machado arranca Entre dos guerras civiles (Ediciones B), una mezcla de memorias y ensayo que el escritor Luís Racionero (Seu d’Urgell, 1940) saca a la luz para regocijo de seguidores e irritación de enemigos. “España no me gusta y voy a explicar por qué”, propone. De padre militar -“que nunca me habló de la guerra civil”- Racionero acabó siendo en 1946 “el hijo del gobernador del castillo de Montjuïc”. Tras su paso por La Salle -“los hermanos de La Salle - unánimemente franquistas -menos uno, que era nazi- más payeses y menos cultivados que los jesuítas”- sus recuerdos mezclan adolescentes lecturas de Voltaire o Unamuno con libidinosas evocaciones de Sophia Loren y Audrey Hepburn.

- Su infancia no son “recuerdos de un patio de Sevilla” como la de Machado. ¿Como él también hay episodios en su vida “que recordar no quiera”?

- Pocos. En la vida uno comete errores garrafales y yo me equivoqué de camino dos o tres veces. Pero no pienso dejarlo escrito.

- Primero puso a caldo a sus ex-mujeres y ahora a su país. ¿Qué ha sido más doloroso?

- Doloroso... a ratos, porque con esas ex-parejas también tuve momentos estupendos. Pero luego llega el hastío o te dejan. El dolor por el país es más relativo, más abstracto, desde luego.

- Si este país le disgusta tanto ¿ha contemplado la posibilidad de irse?

- ¡Por supuesto!

- ¿Hacia dónde?

- A Singapur. Ya he estado varias veces y lo tengo claro.

- ¿Qué le ofende tanto de España?

- ¡La envidia-la envidia-la envidia! Es nuestro defecto estrella. Igual que los ingleses son hipócritas, los franceses vanidosos y los alemanes disciplinados, el español lleva la envidia en el genoma. Esto ya viene de la picaresca...

- ¿Por qué dicen liberales cuando quieren decir de derechas?

- Porque hay algo más que el blanco y el negro. Vamos a dejar ya eso de las dos Españas, no seamos ni antipeperos ni antisocialistas viscerales. Basta ya de la retranca del pasado.

- "De sacar el doberman y gritar: ¡que van a volver estos!" dice usted...

- Entras a una tertulia, miras y ¡oye! al que es socialista lo detectas a los tres segundos, ¡No puede ser que con sólo mirarlo lo sepas!

- Entonces, con mirarlo a usted, ¿qué cree que dicen?

- ¡Que soy un facha! ¿Ve como éste es un país de locos? A la que no eres comunista o socialista, ya eres facha. Pues no. No saben nada de nada, no han estudiado economía...

- Usted que lo ha hecho ¿qué solución propone?

- Que pase el ciclo, cualquier economista lo sabe, está estudiadísimo. Falta un par de años para emerger de la crisis y si se hacen tonterías se tarda un poco más.

- Sigue defendiendo su teoría del subsidio de paro compartido

- Y repartir el poco trabajo que hay haciendo menos horas cada uno. Lo hacen en Alemania, en Austria, lo hicieron antes en Francia, aquí falta saber a quien votas.

- ¡Pero si usted ha votado a todo el mundo!

- Sí, sí. Primero voté a Tierno Galván, después a mi mismo en Esquerra Republicana, después a Convergència, a Felipe González y luego a Aznar.

- ¿Y que ganará España con tener un gobierno del PP?

- Pues que tendremos ministros más competentes.

- ...

- Los ministros y ministras socialistas no sé si son más tontos pero, desde luego, Leire Pajín no me pareció nunca alguien inteligente. En cambio los del PP tienne gente que no dice disparates, han pasado por la universidad...

- Viajar cura de mucho

- Yo lo hago desde los 18, cuando aquí no salía nadie. Por eso quise titular este libro “España me raya”, pero no me dejaron.

- ¿Y su alergia a los nacionalismos?

- Lo peor de un nacionalismo es que no sea cosmopolita. Contaba con mucha gracia Terenci, que era un coñón, que eso siempre acababa en el ridículo como cuando Tísner decía por la tele “avui parlarem d’aquest element important de la cultura catalana” ¡Y sacaba un botijo!

- ¿No simplifica usted un poco?

- Claro que debes tener una identidad, ¡yo soy de la Seu! Pero luego no te mires el ombligo, mira hacia fuera...

- Le cito: “amargados izquierdosos de turno, más cabreados que indignados, se quejan sistemáticamente de todo”. ¿Cuando dejó de preocuparle ser hiriente?

- Algunos pensarán “mira el caprichoso, como no le han hecho el caso que él quería ahora se lamenta”. En realidad es que me importa un bledo tener enemigos.

- ¿Qué hubiera querido que le ofrecieran, la Creu de Sant Jordi?

- No, pero algun editor podía ofrecerme dirigir una colección, ¿no? Soy una de las personas que ha leído más de este país, que yo sepa.

- Igual no se ha promocionado lo suficiente

- Es que me horroriza molestar, dar la lata. Y encima no tengo una mujer que lo haga por mi.

- ¿Cómo?

- Pues eso, en muchos casos los tipos que suben son aquellos que tienen una mujer -para eso ellas ayudan muchísimo- que saben dar las vueltas necesarias hasta lograr lo que tu no puedes pedir directamente. Ahora quiero estar solo.

- Pero no tanto com en la masía del Empordà donde se pasó diez años al estilo hippy.

- Nooo, eso nunca más. Aquello era como El resplandor, solitario y deprimente. Me hice más catalanista porque esa tierra te atrapa, conocí a Pla y a Dalí, pero ella me dejó y me quedé fatal.

- Lo del amago de suicidio es una metáfora, supongo.

- No, no, lo tenía todo planeado. Primero pensé “mátalos a los dos y luego, en prisión, te lees la Enciclopedia Británica”. Después me deprimí, me alcanzó el seny y me fui a Madrid con otra para tener contraste de opiniones. Yo, o cambio o me aburro.

- ¿Cuál es su principal motor?

- El misticismo. Estoy en lo de envejecer con dignidad, que no es fácil: participación gozosa en las penas del mundo. Los orientales, en eso, nos llevan 27 siglos de ventaja. Yo que me hice escritor para no tener horario ya sólo aspiro a tomar un dry martini con alguien que tenga conversación. Y quedan pocos, el marxismo los aniquiló.

- Carrillo ha reconocido a los 97 años que Stalin ha sido el personaje que más le ha defraudado. ¿No le basta?

- Es un cínico, no se puede seguir siendo comunista después de los gulags. Mi madre decía “si no fuera por la edad que tengo perdería la fe”. Pues eso es lo que le ocurre a Carrillo con sus ideas, lo siento.

- Tras llamar a Maragall ignorante y a Bohigas incompetente. ¿qué hace cuando coinciden?

- Me saludan, bueno, cada vez menos pero “hola, hola, buenas,buenas” es lo mejor. Y luego, cada uno a su mundo. A mi las... -no sé qué palabra usar- que me han hecho algunos señores, ya me las han hecho.

- ¿Empieza por “p”?

- Sí: p... palos en las ruedas. Bohigas lo del diseño urbano lo sacó de mí cuando él no conocía nada de eso aún, pero se equivocó y en lugar de plazas mediterráneas las hizo escandinavas. Ahí empezó la primera pelotera.

- Ser hijo de militar imprime carácter.

- Claro, como ser hijo de cura, supongo. Primero, porque el militar está dispuesto a dar su vida por el país, cosa que sólo hacen los toreros y los alpinistas. Segundo, porque cambian de sitio cada dos por tres y con eso aprendes mucho... a los cinco años me dijeron que nos íbamos a Canarias y aprendí castellano.

- Sorprende que usted diga que la época hippy fue la mejor y que tiene que volver.

- Sí, debería volver. Aparte de la Belle Époque, que debió ser estupenda, esa fue la etapa cultural más creativa y libre.

- ¿Quién le espera por Sant Jordi?

- Mis lectores, que siempre son gente muy rara.

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