NOTICIAS                              FORMACIÓN LITERARIA                              ARTÍCULOS                              LEER

Borges en la Alhambra

(Eva Díaz Pérez - El Mundo)
Borges pasea por la Alhambra y descubre en el Generalife ejemplares para un manual de zoología fantástica. Ayer se recordó en Granada la visita ilustre del escritor argentino a través del recuerdo de su viuda, María Kodama: «Grata la voz del agua...», comienza el poema que el autor le dedicó al monumento tras recorrer sus estancias vagando y tanteando el aire, ciego y lúcido mientras rozaba el hombro de fantasmas nazaríes.

Corría el año 1976 y María Kodama era aún su secretaria. Ella fue sus ojos, pero la sensorialidad de Borges era un inmenso tratado de olores recordados de una estancia anterior: «Grato a lamano cóncava,/ el mármol circular de la columna». Y hasta tenía interiorizado el sonido-baile del agua porque pocas cosas habían cambiado.

Es curioso este Borges que se reencuentra con Andalucía después de muchos años. Entre 1919 y 1920 la había visitado con su familia. Andalucía estaba refugiada en su memorial biblioteca de arena en el estante 1456-D. Era un papel que a él le olía a naranjos muy antiguos, un aroma cítrico que alguna vez había creído encontrar en algunos rincones de Boedo. Las noches andaluzas le evocaban invariablemente tangos negros, algo que adivinó de inmediato al pasear por el Sacromonte. Pero estas son fabulaciones borgianas, un apócrifo itinerario por un laberinto a la manera del autor libresco ymemorial. Un mínimo homenaje...

Recordaba bien la Alhambra, pero Kodama fue sus ojos. Ella había leído al azar, casi sin poder arrepentirse, los versos de Francisco de Icaza en un muro de la Alhambra: «Dale limosna mujer, que no hay en la vida nada como la pena de ser ciego en Granada». Se sintió en un aprieto, avergonzada ante este Borges ciego y homérico que regresaba a Granada. Pero lo que ‘vio’ Borges era probablemente mucho más de lo que han visto los millones de turistas bobos que cada jornada erosionan un poco más elmonumento con su mirada vacía, hueca, frívola.

Borges tenía guardados muchos recuerdos de su juventud en el armario de su memoria. En Sevilla formó parte con su hermana Norah de la locura ultraísta y publicó uno de sus primeros poemas dedicados a la Plaza Nueva y sus altas palmeras. Décadas más tarde regresó a Sevilla y buscó los naranjos del Palacio de Dueñas, donde había nacido Antonio Machado, aunque en una conferencia había desconcertado al público preguntando si es que Manuel Machado tenía un hermano. También rescató del olvido a otro sevillano, Rafael Cansinos Assens, a quien nadie recordaba a pesar de que había apostolado las tertulias del Madrid de las vanguardias salvajes.

Muchos creían que este Borges ciego buscaba en la niebla del olvido y que este paisaje era un lejanísimo recuerdo exótico de su juventud. De ningún modo, Borges –exquisita lavanda, manos suaves y amarillas de legajo– acariciaba el alma de la Alhambra reencontrándose con una transitada estancia de la enorme biblioteca de su memoria.

No hay comentarios:

Publicar un comentario