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‘La reina descalza’ (Ildefonso Falcones). “Al lector hay que mostrarle las cosas como eran, sin narrárselas, para permitir que vuele su imaginación”

(Herme Cerezo - Diario Siglo XXI)
En enero de 1748, una mujer negra deambula por las calles de Sevilla. Atrás ha dejado un pasado esclavo en la lejana Cuba, el hijo al que nunca volverá a ver y un largo viaje en barco. Caridad ya no tiene un amo que le dé órdenes, pero tampoco un lugar donde cobijarse cuando se cruza en su camino Milagros Carmona, una joven gitana de Triana. Las dos mujeres se convierten en inseparables y, entre zarabandas y fandangos, la gitana confiesa a su nueva amiga su amor por el apuesto y arrogante Pedro García, de quien la separan antiguos odios familiares.

Por su parte, Caridad se esfuerza por acallar el sentimiento que está naciendo en su corazón hacia Melchor Vega, el abuelo de Milagros. Pero cuando un mandato real convierte a todos los gitanos en proscritos, la vida de Milagros y Caridad da un trágico vuelco. Aunque sus caminos se separan, el destino volverá a unirlas en un Madrid donde confluyen contrabandistas y cómicos, nobles y villanos y que se rinde a la pasión que emana de las voces y bailes de esa raza de príncipes descalzos. Este es el argumento de ‘La reina descalza’, la nueva novela de Ildefonso Falcones, editada por Grijalbo.

- Ildefonso, después de los enormes éxitos de ‘La catedral del mar’ y de ‘La mano de Fátima’, ¿has superado ya ese vértigo?

- Parece que sí, pero hay que pensar que, dejando aparte ‘La catedral del mar’, ‘La mano de Fátima’ vendió dos millones de ejemplares y todavía hay que aguantar un poco para superar ese vértigo, porque son muchos libros vendidos.

- Por otro lado, a la hora de ponerse a escribir, esas mismas cifras también pueden producir una cierta tranquilidad

- Si pensara en eso en el momento de escribir, mientras estoy delante del ordenador, no escribiría. Cuando le doy a la tecla, me alejo de todo lo demás y punto. A veces me pregunto si lo estoy haciendo bien o no, pero por regla general siempre hay profesionales a mi alrededor que sugieren cosas.

- Al escribir, ¿piensas más en el lector o en la novela que te gustaría leer a ti?

- Ambas cosas son lo mismo. Yo soy un lector vulgar, común, del pueblo, al que le gusta leer lo mismo que a todo el mundo. Me atraen los bestsellers, Alejandro Dumas, ‘Los tres mosqueteros’. Rechazo esas novelas de las que has leído veinte páginas y es como si no hubieras leído ninguna. Me gusta que las cosas terminen bien. ¿Cómo? Ya se las apañará el autor. Para que las cosas acaben mal ya tengo los pleitos, los recibos de la luz, del agua, del gas…

- Sigues ejerciendo la abogacía, ¿desde que te dedicas a la literatura tus clientes piensan que los defiendes o que puedes usar sus casos para futuras novelas?

- Piensan en mí como abogado porque no utilizo mis casos para nada. Separo absolutamente ambas parcelas. Hay gente que me dice que con mi bagaje como letrado tendría argumentos más que sobrados para mis novelas. Y la verdad es que he tenido asuntos muy interesantes que me proporcionarían guiones de fábula, pero no los uso. Solo me faltaría escribir sobre mi propio trabajo.

- Como escritor has escogido hasta ahora el género histórico. Detrás de esta opción ¿se esconde un afán por enseñar, por entretener o por ambas cosas?

- Solo me interesa entretener porque enseñar no puedo enseñar nada y si lo hago son muestras muy pequeñas, enseñanzas parciales. La Historia es algo mucho más general. Periodos como la Ilustración o el Despotismo ilustrado son muy amplios, inmensos. En ‘La reina descalza’ profundizo en las costumbres de una determinada época y de un determinado lugar y sobre esto sí que le aporto al lector una serie de realidades sociales, contrastadas, que le pueden permitir adentrarse en la época y hacerse una idea de cómo eran las cosas entonces. Ese es mi objetivo.

- Dicen que la historia la escriben los vencedores y la cuentan los vencidos, ¿quizá por eso en tus novelas los protagonistas pertenecen a estratos sociales bajos?

- Siempre elijo estratos sociales marginales: antes a los siervos de la gleba o a los moriscos y ahora a los gitanos porque creo que es la forma más fácil de llegar al lector y contar lo común. Si lees novelas, por ejemplo, de la corte del rey Luis XIV, al final no bajas a las cocinas, al problema real y no accedes a lo que para mí es realmente interesante. Busco la cotidianeidad, hacer que el lector pueda comparar el ayer con el hoy: qué comía la gente, cómo se divertía, cómo vestía… La vida diaria en suma. Claro, eso no quiere decir que en la próxima novela decida escribir sobre Napoleón y cambie de planteamiento.

- ¿Cómo consigues que el lector se meta en la historia con los ojos de entonces y no con los de ahora?

- Eso es lo complicado pero creo que hasta el momento la cosa funciona. Yo pienso que se hace mostrando todas las cosas sin narrar, para permitir que la imaginación vuele. Si encajonas al lector, probablemente no entrará pero si le vas dando puntos de agarre finalmente su propia imaginación le llevará no solo hasta el lugar sino hasta la época indicada.

- ‘La reina descalza’ habla de la esclavitud y del mundo gitano, ¿en pleno siglo XXI continuamos mirando a los gitanos como un pueblo extraño?

- Se ha avanzado mucho en eso. Ahora todos sostenemos que los gitanos tienen los mismos derechos que nosotros. Podrán producirse algunas situaciones puntuales de ilegalidad, pero nadie va a discutirle a un gitano que tiene los mismos derechos que un payo, algo que sí sucedía en aquella época. Aunque parezca duro por el término, hasta que el rey Carlos III los asimiló jurídicamente se les consideraba malhechores.

- Aparece en el libro ‘La Gran Redada’ que sufrió el pueblo gitano en España, un episodio poco conocido de nuestra historia.

- Yo tampoco había oído hablar de este episodio. Sí que conocía la expulsión de los moriscos, que aparecía en mi anterior novela, pero en esta me encontré la Gran Redada, tropecé con ella. Buscando información sobre la esclavitud, hallé la música, la música me llevó hasta los gitanos y ellos me condujeron a estudiar aquella época. Los flamencólogos dicen que el flamenco arranca en el XIX, pero el XVIII es el siglo de las tonadilleras y de los sainetes y yo decidí escoger precisamente este tiempo para ubicar la novela.

- Los gitanos se dedicaban a trabajos de herrería, ¿el flamenco tiene su origen en el repiqueteo de los yunques como describes en un fragmento de la novela?

- El martinete sí que procede de ese repiqueteo, digamos que es uno de los pilares de la cultura gitana. El martinete y las deblas son cantos guerreros, que los gitanos trajeron consigo cuando llegaron a España procedentes de la India allá por los siglos XIII y XIV.

- ¿El cante flamenco es un arte, el arte ha de partir del pueblo?

- Nos encontramos en un momento en el que, a través de subvenciones o de imposiciones, el arte viene de arriba abajo. Hemos invertido la relación, porque es al revés. El arte tiene que nacer del pueblo y ha de ser asumido por la mayoría de la gente. Si se asume solo por una pequeña parte de la sociedad será bueno para una minoría, pero el arte de verdad es el que está en el Museo del Prado, ese que refrendan con sus visitas millones de personas.

- El contrabando de tabaco era práctica habitual en el siglo XVIII, ¿la única diferencia entre entonces y ahora es que hemos cambiado Sevilla por Galicia?

- No, no, la Raya de Portugal, en Barrancos, aguantó mucho tiempo, hasta los años setenta del siglo pasado. En Cataluña tenemos un exconseller de Interior detenido por este contrabando. Ahora, con la crisis, hay que ir a Andorra para ganar cuatro duros en un paquete de tabaco.

- Un detalle curioso es que los frailes también contrabandeaban tabaco

- Sí, es algo que está estudiado. Los religiosos sostenían una disputa con la monarquía porque consideraban que ellos no tenían que pagar impuestos y, al estar el tabaco estancado, si lo compraban, tenían que satisfacer un impuesto real. Así que, para evitar ese gravamen, contrabandearon y con ello se crearon auténticos problemas jurisdiccionales cuando los alguaciles entraban en los conventos en busca de tabaco.

- La última, ¿tienes pensado ya sobre qué versará tu próximo título?

- La promoción de ‘La reina descalza’ me ocupará mucho tiempo, ya que también he de desplazarme a Italia para presentarla y todavía no he pensado en ningún proyecto nuevo.

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