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'Margen de error' (Berna González Harbour). "El país maduro y responsable es el que protesta, no el que calla"

(Carlos Prieto - El Confidencial)



Oleada de suicidios en France Télécom. Quizás recuerden ustedes la noticia que agitó la prensa europea hace unos años. Las misteriosas muertes de decenas de empleados de la multinacional francesa. Un suceso que mutó en escándalo cuando se conocieron las políticas de acoso laboral de la antigua empresa pública tras su conversión en conglomerado privado. La periodista Berna González Harbour (Santander, 1965), subdirectora de El País, le dio tantas vueltas al caso que acabó convirtiéndolo en ficción. En Margen de error, su segunda novela negra tras Verano en rojo (RBA, 2012), recupera a la comisaria María Ruiz para investigar los extraños suicidios de los trabajadores de una multinacional petrolífera francesa afincada en España.

- ¿El caso France Telecom le encendió la bombilla?

- Es el telón de fondo. Fue muy inspirador, por desgracia. Era un caso que no se podía quedar en una simple noticia. Un escenario increíble para una novela negra porque no tenía una respuesta clara por más explicaciones que se intentaran dar, aunque acabó en los tribunales y hubo condena por acoso moral. Me pareció una metáfora irresistible para retratar el momento en el que vivimos. Un empresa con grandes beneficios que llega al extremo de acosar a sus empleados para que se vayan. Trato de reflejar la realidad en la que nos encontramos hoy. La de un montón de gente inerme situada frente a gente muy poderosa que a veces es dañina. Quería retratar ese paisaje moral. Pero, como digo, es un telón de fondo. En medio de la cadena de suicidios surge uno que se sale del patrón y nos acabará llevando hacia otro lado.

- La comisaria Ruiz es una mujer en un mundo de hombres. Hay aspectos formales que la diferencian de sus precedentes masculinos en la novela negra, un género que suele ser muy macho, como sus burlas hacia el exceso de testosterona de los agentes a su cargo. ¿La testosterona nubla el juicio?

- La novela negra siempre ha sido un género muy masculino. El rol de la comisaria María Ruiz surge en parte como respuesta a eso, pese a que hablamos de personajes buenísimos al margen de sus excesos de masculinidad. Pero leyendo a los otros novelistas quise inventar mi propia investigadora, que tenía que ser representativa de la realidad de hoy, María representa a cualquier mujer de nuestro alrededor que tiene que luchar mucho para abrirse paso, y que lo hace con un estilo completamente distinto, sin tanta exhibición y, por supuesto, sin tanta testosterona. Una mujer que levanta un muro muy alto entre su vida privada y la pública, aunque se acabe resquebrajando. Simboliza a esas mujeres que han tenido que mostrar una enorme eficacia para conquistar su lugar en la sociedad. Seguramente con mucho menos relax que tantos hombres que tenían ganado el puesto por tradición histórica.

- Activistas del 15M juegan un papel clave para desatascar la investigación policial de su novela. Ahora que este movimiento ha dado el salto a las ficciones quizás sea buen momento para valorarlo culturalmente. ¿Qué balance hace usted de su impacto cultural?

- Originalmente el personaje del activista del 15M, que va recopilando la información sobre los suicidios en la multinacional, iba a ser un sindicalista. Pero luego me di cuenta que hoy día los movimientos espontáneos y ciudadanos, llámense 15M o mareas, han tomado más protagonismo. Se han saltado las vías tradicionales y han encontrado nuevos cauces. Por eso elegí que el denunciante fuera un activista acampado en Sol en lugar de un viejo sindicalista. ¿Mi balance? Este movimiento no ha logrado lo imposible, cambiar las cosas de una vez y para siempre, sino lo posible, aunque igualmente ambicioso: abrir el debate, mostrar la caducidad de las viejas estructuras de los partidos tradicionales y sindicatos, ventilar la casa, mostrar que el viejo traje de la transición se nos ha quedado corto y había que renovarlo. Esa es su gran aportación al debate del país.

- Hace unos días, a raíz del colapso de la privatización de la sanidad madrileña, publicó usted un artículo muy comentado donde sostenía que protestar sí funciona.

- Era una idea que tenía desde hace tiempo y me encantó plasmarla. Tanto desde el Gobierno como desde otros lugares se ha difundido la idea de que este país está sabiendo ser responsable, que este país aguanta los recortes de forma madura, como si quedarse callado y no protestar fuera sinónimo de maduro y responsable. Me cabreaba leer esto. Lo maduro es protestar. Lo maduro es exigir. Lo maduro es denunciar si vemos que nuestra sanidad pública se puede ir al garete. Los políticos no deben tomar el voto como un cheque en blanco, ni con el aborto ni con el barrio de Gamonal ni con la privatización. Y los ciudadanos no debemos limitarnos a votar cada cuatro años.

- Usted empezó a ejercer el oficio cuando internet ni estaba ni se le esperaba. ¿Cómo está viviendo la convivencia entre papel y digital?

- La convivencia entre papel y digital lleva ya 18 años, no es nada nuevo. Es una oportunidad. Ahora mismo vivimos una edad de oro del periodismo, que ha encontrado nuevas herramientas y nuevos cauces para llegar a mucha más gente. En ese sentido no soy nada apocalíptica. El debate no está entre papel y digital sino entre buen periodismo y mal periodismo. Toda la vida hubo bueno y malo en papel y bueno y malo en digital. Y toda la vida lo habrá. El debate está en hacer buen periodismo, en que los periodistas tengan recursos para sacar a la luz lo que los poderes quieren ocultar. El problema actual, por tanto, es de negocio, pero no de oficio ni del papel que tenemos en la sociedad.

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