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Auge y esplendor de la novela negra española




Pérez Gellida, Zanón, Nievas, Villar, Redondo... La nueva cosecha de escritores noir alcanza todos los rincones de nuestro país

El interés que ha generado la novela negra nórdica ha favorecido también a los escritores españoles

Hasta que la pluma ácida y elegante de Edgar Allan Poe no dibujó la figura del infalible Auguste Dupin, ninguna persona en ningún lugar conocido había escrito antes una novela de detectives. La matemática tiniebla de Poe que cantó Neruda, esa que perfila la frialdad analítica del investigador sobre un fondo de misterio permanente, se extendió como una simiente poderosa a todos los rincones del mundo, y en cada uno de ellos adquirió su propia forma.

En nuestro país, hay quien rastrea los orígenes de la novela negra en ciertas narraciones de los gallegos Emilia Pardo Bazán y Eduardo Blanco Amor. Sin embargo, parece más justo situar el equivalente del frío y señorial Boston de Poe bien en la reseca Tomelloso, donde Francisco García Pavón ambienta en los sesenta las andanzas de su detective Plinio; bien en la Barcelona cosmopolita de larga tradición literaria, que vería surgir a muchos de los mejores escritores del género.

Uno de los primeros fue Emilio Lacruz, nacido en una familia aristocrática y cultivada, que debutó a principios de los años cincuenta con un libro policiaco escrito en inglés, He who pays the sniper… y siguió por la misma senda con El inocente, antes de sumirse en un silencio voluntario que se prolongó hasta su muerte. Entre la pila de metro y medio de manuscritos que dejó ocultos en un armario se encontraba el de Concierto para disparo y orquesta, caricatura de la novela negra y al mismo tiempo homenaje a las películas estadounidenses de gánsteres que, como todas las buenas parodias, comenzando por El Quijote, ha acabado formando parte destacada del género que pretendió satirizar.

Barcelona fue la tierra que más fértil resultó para la semilla negra que, en Europa, había germinado ya en la Inglaterra de Conan Doyle y Agatha Christie y en la Francia de Maurice Leblanc y Simenon; también, de manera sui géneris, en la Suiza de Dürrenmatt y la Italia de Leonardo Sciascia. Al poco de que la simiente prendiera igualmente en Suecia, donde había vida y literatura noir antes de Stieg Larsson, y la pareja Per Wahlöö-Maj Sjöwall iniciara la serie del inspector Martin Beck, nuestro Manuel Vázquez Montalbán ideó al inolvidable detective gourmet Pepe Carvalho. Y ahí sí que empezó todo.

- El 'boom' de la novela negra española.

Todos los integrantes del boom de la nueva novela negra española –son tantos los autores, tan variadas sus propuestas y tan dispersas sus localizaciones que no cabe llamarlo de otra manera– coinciden en señalar a Vázquez Montalbán como su precedente indiscutible. Del mismo modo que citan a continuación a otros barceloneses ilustres como Francisco González Ledesma, creador del comisario Méndez, y Andreu Martín, que además de maestro del género es reconocido historietista y guionista de cómic y de cine.

Acercándose más en el tiempo, la nueva generación de escritores noir reconoce la poderosa influencia de Lorenzo Silva, artífice de los guardias civiles Bevilacqua y Chamorro, a los que conocimos como sargento y agente a secas y en la reciente La marca del meridiano han ascendido ya a brigada y sargento, respectivamente. Además de haber ideado a esta pareja cuya química poco tiene que ver con la atracción física, Silva hace en sus libros "más que una radiografía, casi una resonancia magnética del momento en el que vivimos", sostiene Bruno Nievas, que por algo es médico y ejerce como pediatra en Almería.

Nievas, uno de los paladines nacionales de la autoedición, se explaya sobre el maestro Silva: "Es curioso cómo sus obras terminan siendo proféticas al hablar de corrupción política, de estafas bancarias o de enormes desigualdades sociales aunque hayan sido escritas hace años". Poco más se puede añadir a las palabras del autor de Realidad aumentada, manuscrito que rondó por varias editoriales antes de que Nievas se decidiera a colgarlo en Internet. Después de conseguir 42.000 descargas, Ediciones B, quizá el sello que más atento ha estado hasta la fecha al fenómeno de la autoedición en España, lo publicó en papel y en formato digital; llegó a ser número dos de ventas en Amazon y número uno durante cinco semanas en la AppStore, donde permaneció cinco meses en el Top 10.

Igualmente en ambos soportes, Ediciones B ha publicado Holocausto Manhattan, la segunda novela de Bruno Nievas, a quien el hecho de atender su consulta, sufrir los tijeretazos de todo tipo infligidos a la Sanidad y hallarse enfrascado en la escritura de su tercer libro no le impiden responder con la mayor amabilidad a todo periodista que le importune con sus preguntas.

- De la comisaría al género negro.

Casi en la otra punta del país, en Huesca, la editorial del Grupo Zeta tiene a otro de sus autores rescatados de la autoedición en Internet, Esteban Navarro, de quien ha publicado recientemente La noche de los peones. Diez años se pasó este funcionario de la comisaría de Policía Nacional de la ciudad aragonesa ofreciendo sus escritos a editoriales grandes y pequeñas y cosechando negativas o silencios administrativos, hasta que recurrió a Amazon para dar a conocer obras suyas como Los fresones rojos o El buen padre.

Navarro no puede sino hablar bondades de Kindle Direct Publishing –la herramienta de autoedición de Amazon– y de la llamada generación Kindle, porque "han democratizado la literatura" al constituir a los lectores en jueces de lo que merece la pena o no ser editado. El policía nacional Moisés Guzmán, trasunto del propio Esteban Navarro y protagonista de una trilogía negra, es una especie de "Frankenstein policiaco" que ha compuesto tomando ejemplos de una realidad que conoce bien y sazonando el conjunto con "algo de imaginación". En La noche de los peones ha cambiado a Guzmán por una pareja de investigadores de edades muy alejadas –más que las de los Bevilacqua y Chamorro de Silva– para contar al lector todo lo que ha cambiado en la Policía en los últimos 40 años.

El caso de un funcionario de las fuerzas de seguridad que escribe novela negra no es tan extraño como pueda parecer. P. D. James y Patricia Cornwell, célebres autoras de libros detectivescos, desempeñaron labores relacionadas con el trabajo policial. Danielle Thiéry, que hace pocas semanas presentaba en Madrid su vigésima novela (Clavos en el corazón), compatibilizó durante 13 años la literatura con el servicio activo en la Policía francesa, donde fue la primera mujer que llegó al puesto de comisaria de división, uno de los más altos del cuerpo.

También el barcelonés Víctor del Árbol ejercía como mosso d’Esquadra mientras escribía obras como El abismo de los sueños y El peso de los muertos; en 2012, tras el éxito cosechado por La tristeza del samurái (particularmente en Francia), se decidió a trocar la placa por el ordenador y dedicarse a escribir, después de lo cual ha publicado, el año pasado, Respirar por la herida.

En la Ciudad Condal y sus alrededores encontramos a otros cuatro narradores de la nueva cosecha negra. A Cristina Fallarás, periodista y escritora, la novela Las niñas perdidas le valió el Premio Hammett que otorga la Semana Negra de Gijón; la traductora Teresa Solana, maestra en el empleo de la sátira, consiguió que su repercusión traspasara las lindes de Cataluña cuando Negras tormentas fue incluido en el catálogo de la prestigiosa Serie Negra de la editorial RBA.

Carolina Solé, que ultima en estos momentos su próxima novela después de haber despuntado con Ojos de hielo, ambientada en un valle pirenaico aislado, tiene debilidad por Petra Delicado y Garzón, los personajes de la consagrada Alicia Giménez Bartlett. Entre los nuevos narradores cree que dejarán huella Víctor del Árbol y el canario Alexis Ravelo, que tiene encandilados a los lectores con propuestas como la premiada La última tumba.

Solé opina que "las circunstancias pueden acercar a cualquiera al lado oscuro", lo cual explica la gran aceptación del noir en España y en todo el mundo. "Eso es algo nada pasajero", sostiene, del mismo modo que no pasará la moda de los escritores que proporcionan a esa ingente cantidad de amantes del género las ficciones que demandan. Para Bruno Nievas, este boom es "una de las pocas cosas buenas que nos han sucedido recientemente. La literatura negra florece aquí, porque España es gris, casi negra. Somos un país que aspira siempre a todo pero que, en demasiadas ocasiones, se queda en el camino. No conozco nada más negro que eso, de modo que el género gusta tanto porque simplemente refleja lo que somos".

Si se molestaran en formularla, la opinión de los personajes de Yo fui Johnny Thunders no diferiría mucho de este análisis. Maltrechas, perdidas para cualquier causa, así son las criaturas de la revelación del momento, el barcelonés Carlos Zanón, que antes de su última muestra de "literatura negra rara y contrahecha" había publicado Tarde, mal y nunca (titulada en Estados Unidos The Barcelona Brothers) y Nunca llames a casa, sobre la que Daniel Calparsoro está rodando una película.

- El lado oscuro del Baztán.

La simiente negra ha prendido también al oeste de Cataluña. En Cintruénigo (Navarra) ha escrito la donostiarra Dolores Redondo su exitosa Trilogía del Baztán, el valle lluvioso y oscuro donde la inspectora de la Policía Foral Amaia Salazar debe desentrañar una serie de crímenes. Mientras, entran en escena criaturas de la mitología local como el basajaun –el guardián invisible del bosque que daba título al primer volumen–, el tarttalo de Legado en los huesos y la diosa Mari, que sirve de hilo conductor de Ofrenda a la tormenta, cierre del ciclo.

El productor Peter Nadermann, responsable de las películas basadas en la famosa Trilogía Millennium, de Stieg Larsson, llevará al cine las novelas de Dolores Redondo. El Elizondo recreado por su imaginación ha comenzado a recibir turismo de lectores de todos los rincones, como los que recorren Estocolmo en pos de la peripecias de Lisbeth Salander y Mikael Blomkvist. Las tortas de txantxigorri vuelven también a cocer en los obradores del Baztán por petición de los visitantes, después de que Redondo las popularizase en El guardián invisible.

La donostiarra reflexiona sobre el papel de denuncia social que, según los estándares, ha de cumplir la literatura negra. Para ella no debe ser su único objetivo. "Yo al menos no tengo pretensiones de paladín social. No escribo solo para reflejar una realidad, sino para comprenderla y, en ocasiones, para poder tolerarla".

Como Redondo, otro escritor que completa trilogía (Versos, canciones y trocitos de carne) y que verá trasplantadas a la gran pantalla sus novelas es el vallisoletano César Pérez Gellida, que debutó con la deslumbrante Memento mori. En este libro tuvimos primera noticia del inspector Ramiro Sancho, en persecución de un sociópata narcisista experto en la música más actual y en las grandes obras de la literatura de siempre; para ayudarlo en la investigación, Sancho contaba con la atípica colaboración de un psicólogo criminalista apodado Carapocha, que representa una de las creaciones más sobresalientes de la literatura española reciente.

El 26 de marzo verá la luz el cierre de la trilogía de Pérez Gellida, que lleva por título Consummatum est y aparecerá prologado por Lorenzo Silva. El libro disponible ahora mismo en las librerías es Dies irae, segundo de la serie, en el que la acción se traslada del Valladolid de la primera entrega a las ciudades europeas de Trieste y Belgrado, donde Carapocha intenta saldar cuentas con un episodio del pasado que lo atormenta. Habitualmente comparadas con las de Larsson, las narraciones de Gellida recuerdan más a las del noruego Jo Nesbo, de quien se declara además gran admirador junto con los españoles Dolores Redondo y Ramón Palomar. Este periodista residente en Valencia se ha estrenado en la novela con la impactante Sesenta kilos… de cocaína pura, naturalmente.

- Desde fuera de España.

Dos de los nuevos talentos del género negro han cruzado nuestras fronteras para establecerse en otros países europeos. En Londres, donde trabaja en una empresa de eventos deportivos, ha fijado su residencia Daniel del Monte, autor de la original Diálogo entre asesinos, en la que los servicios de un sicario son requeridos para liquidar a un asesino que mata no por dinero sino por placer. El joven escritor madrileño promete nuevas "vueltas de tuerca" en próximos títulos.

En Alemania, donde tres de cada diez obras de ficción que se leen son noir, vive desde 1991 la barcelonesa Rosa Ribas, para quien el estilo seco, como de "meras cáscaras desprovistas de sustancia", de la novela negra americana tenía solo sentido en los años cuarenta y cincuenta. Ahora no se conciben "personajes estereotipados que se pasan el libro diciendo frases supuestamente agudas".

Ana Martí, novata cronista de sociedad, y el rudo inspector Isidro Castro son los tangibles personajes principales de Don de lenguas, el thriller filológico ambientado en la Barcelona de los cincuenta que Ribas ha escrito a cuatro manos, en Fráncfort, con su amiga y colaboradora alemana Sabine Hofmann, mediante un curioso pero efectivo método de trabajo: producen y revisan en tiempo real la versión española y germana del texto.

Además de Rosa Ribas, milita en las filas de la editorial Siruela otro brillante escritor de novela negra, Domingo Villar, vigués residente en Madrid, que ha creado una de esas parejas impagables de la literatura: el silencioso y tierno inspector Leo Caldas y su ayudante maño, el áspero –por decirlo finamente– agente Estévez. Después de Ojos de agua y La playa de los ahogados, Villar está finiquitando la tercera parte de las tribulaciones de ese dúo desafinado que poco a poco va logrando cantar en el mismo tono. Se llamará Cruces de piedra.

El narrador gallego defiende que, "con independencia del estilo, una novela debe tener voz propia". Sea con lenguaje conciso o recargado, lo importante es "dibujar personajes y ambientes extraordinarios" que confieran, más incluso que las tramas, "personalidad e interés a un libro policiaco". Desde luego, él se ha aplicado la fórmula y, en cuestión de estilo, se apunta a la prosa cuidada y precisa que también define a su compañero de filas en Siruela Jesús Ferrero, un valor consagrado dentro y fuera del género negro.

Fumadora de puros y bisexual, Ágata Blanc es la detective atípica que ha creado el escritor zamorano, que ya coqueteó con el noir en obras publicadas alrededor de 1990. Blanc es además un personaje deliberadamente intelectual, vinculado a la antropología y la sociología, explica Ferrero, quien como Ribas y Villar descree de la "delgadez estilística" de un Hammett. Las narraciones del autor de Cosecha roja "no respiran", a su parecer, están "acorchetadas" y el conjunto cobra un aire demasiado abstracto.

De Larsson y demás autores escandinavos con los que hemos sido bombardeados en los últimos años, Jesús Ferrero opina que en general no presentan "un estilo descuidado, pero rara vez ofrecen un hallazgo literario", lo cual le deja después de la lectura un regusto amargo, quizá el anhelo de algo más que no es el único en haber sentido.

Cuestiones de factura a un lado, es indiscutible que la trilogía que arrancó con Los hombres que no amaban a las mujeres "contribuyó a que muchos lectores descubrieran no solo la novela negra escandinava, sino la novela negra en general", mantiene Bruno Nievas, "y eso al final ha hecho que se venda más novela negra española". Dolores Redondo afirma que la literatura escandinava "refrescó tanto los escenarios como los procedimientos, quizá no tanto los perfiles de comportamiento. Y, qué duda cabe, Larsson lo cambió todo".

A Esteban Navarro, muchas de esas tramas le parecen "fantasiosas e inverosímiles", pero hay que agradecerles en su opinión que "hayan favorecido el género en España". Pérez Gellida denuncia –podría decirse– que en ocasiones ha leído "alguna novela que carecía de los mínimos para ser considerada como tal" y que, sin embargo, figuraba siempre en el top de ventas.

Carolina Solé reflexiona: "Mediterráneos y nórdicos somos distintos. Matamos e investigamos de forma distinta; esas diferencias despiertan el interés de los lectores en ambos sentidos". A Rosa Ribas le gusta pensar que a los lectores españoles les pone comprobar que "las sociedades escandinavas no eran tan maravillosas" como pensaban. En definitiva, "es el regocijo de ver cómo el primero de la clase se da de narices".

Las nuevas generaciones de narradores comparten empeño con figuras que, como Jesús Ferrero, están más que consagradas desde hace años. Es imposible dibujar el panorama del género negro en España sin al menos recordar nombres como Jorge Martínez Reverte, los ya citados Lorenzo Silva, Francisco González Ledesma y Alicia Giménez Bartlett, el también clásico Juan Madrid y el creador del policía Cobos, el santanderino Julián Ibáñez.

Unos se mantienen y otros tiene que pelear por hacerse hueco. Cinco años en el paro convencieron al bilbaíno Fran Santana para probar suerte en un oficio muy alejado del suyo de albañil, de modo que se apuntó a diversos talleres literarios en los que adquirió las destrezas necesarias para escribir Los niños que ya no sonríen, que autoeditó en Amazon y ahora acaba de llegar a librerías.

El florecimiento del noir ha animado a las editoriales a crear colecciones dedicadas en exclusiva al género. Una de las que pueden presumir de mayor solera es la Serie Negra de RBA, que en el momento de escribir estas líneas había puesto en el mercado alrededor de un millón de ejemplares desde su nacimiento en 2001. La mujer de verde, de Arnaldur Indridason, es el más vendido de sus títulos y Una novela de barrio, de González Ledesma, el segundo. Jorge Martínez Reverte, Andreu Martín, Julián Ibáñez y Carlos Zanón, entre otros, publican también aquí.

Curiosamente, la colección registró sus momentos más boyantes en los peores años de la crisis, especialmente en el horribilis 2009, lo que parece demostrar que no hay nada mejor que un crimen bien contado para aparcar una realidad adversa.

- Los templos de la novela negra en España.

Si Berlín tiene una de las grandes librerías noir de referencia, Hammett, Barcelona no se queda atrás y puede presumir de su Negra y Criminal, regentada por Paco Camarasa, quien es a su vez el alma de la gran cita catalana del género, BCNegra. Entrar en este local de la Barceloneta pidiendo una novela negra es como llegar a una librería al uso y pedir un libro a secas; allí se distingue, para empezar, entre novela negra, policiaca o de intriga, y uno puede encontrar también textos de criminología, libros para introducir en esta afición al público juvenil, literatura sobre crímenes reales, cine negro...

Semana Negra de Gijón. El más longevo de los grandes festivales del género. Nacido en 1988 por iniciativa del escritor Paco Ignacio Taibo II como un modesto encuentro de escritores, ha crecido con los años en asistencia, repercusión y actividades paralelas que no han estado exentas de polémica y oposición vecinal.

BCNegra. Hace menos de un mes celebró su novena edición, que ha congregado a unas 9.000 personas y ha concedido el Premio Pepe Carvalho a Andrea Camilleri. Su organizador es Paco Camarasa, propietario junto a Montse Clavé de la librería noir Negra y Criminal.

Getafe Negro. El pujante evento madrileño está preparando para octubre su séptima edición. En la anterior homenajeó a José Luis Sampedro, fijó su atención en Francia y debatió extensamente sobre fútbol, dinero y corrupción.

En Madrid, el aficionado dispone fundamentalmente de dos puntos cardinales: la librería Estudio en Escarlata, donde no es infrecuente toparse con la presentación de una novela (la francesa Danielle Thiéry dio a conocer allí hace pocas semanas su espléndida Clavos en el corazón); y Librería Burma, en la que el género negro convive con el cómic y el libro ilustrado.

(P. Unamuno, 20 Minutos)

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