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La literatura del siglo XVIII. El siglo XVIII



'La toma de la Bastilla', pintada por el señor De Cholat, uno de sus asaltantes
Durante el siglo XVIII se produce en Europa de forma paulatina, y con más o menos intensidad según los países, el declive del Antiguo Régimen, nombre con el que se conoce al sistema social que, con mayor desarrollo económico y contradicciones más evidentes, sigue manteniendo en lo esencial la estructura señorial vigente desde la Edad Media: rey, nobleza, iglesia, pueblo llano. Pero las tensiones, presentes ya en siglos anteriores, entre la rigidez estamental y el crecimiento de la burguesía, propiciado por el auge de la industria y del comercio, traen consigo la progresiva puesta en cuestión de este Antiguo Régimen, lo que desemboca a final de siglo en sucesos históricos cruciales, entre los que destaca la Revolución francesa.

En el siglo XVIII perdura también el reforzamiento del Estado y la centralización del poder que ya se advertía en el XVII y que derivaba en monarquías abslutas. Ahora, el absolutismo monárquico adquiere nuevos matices: tendencia a la desvinculación del poder civil y del poder religioso, intentos de reforma y racionalización del sistema productivo, incremento del aparato administrativo y de la burocracia a su servicio, etc. A este sistema político, característico del XVIII, se le denomina despotismo ilustrado; su lema era el famoso 'Todo para el pueblo, pero sin pueblo'. Los intentos de independencia del poder real ('regalismo') frente a las intromisiones eclesiásticas, habituales desde la Edad Media, se concretan en enérgicas medidas contra los jesuitas, cuya orden religiosa encabezaba la oposición de la Iglesia a las ideas ilustradas. Así, los jesuitas serán expulsados sucesivamente de Portugal (1759), Francia (1764) y España (1767).

El siglo XVIII es en Europa época de notables transformaciones económicas y, frente a la profunda crisis del XVII, se vive en general un periodo de crecimiento demográfico, mejora del nivel de vida, aumento del consumo, etc. La población se incrementa de forma notable, lo que es especialmente visible en las ciudades, cuyo número de habitantes, gracias al éxodo rural, es ya muy importante. La movilidad social se acrecienta a medida que se extiende el capitalismo y aumenta el valor del dinero en las relaciones sociales. El número de nobles es aún muy grande, pero cada vez es mayor la relevancia de gentes procedentes del 'estado llano' que prosperan y se enriquecen mediante los negocios o por medio de la burocracia y la ocupación de cargos públicos. Muchos de estos nuevos ricos adquirirán tierras y títulos de nobleza.

Aumento de la población y cambios sociales van ligados lógicamente al desarrollo económico: la mayor demografía demanda mayor producción, y a su vez el desarrollo de esta permite la expansión demográfica. Así, la necesidad creciente de alimentos profoca transformaciones agrícolas como la mejora de los cultivos, los primeros intentos de introducción de máquinas en el campo y, sobre todo, el incremento de las roturaciones de tierras hasta entonces incultas. En la industria, es ahora cuando comienza la 'Revolución industrial': grandes fábricas, innovaciones técnicas, acumulación de capitales, generalización de las máquinas, aprovechamiento de nuevas fuentes de energía (vapor de agua), etc. Este desarrollo industrial tiene lugar primero en Inglaterra y luego con más lentitud en otras partes de Europa. Naturalmente, todo ello exige un desarrollo paralelo del comercio y de los medios de transporte, para lo que se trazan nuevos y más modernos caminos, se incrementa la navegación y mejora la marina mercante, se construyen nuevos puertos y espacios más grandes de almacenamiento de los productos, etc. En este auge económico europeo tienen gran importancia las colonias, proveedoras de materias primas y metales preciosos y consumidoras de productos manufacturados de las metrópolis, con el consiguiente desarrollo del comercio marítimo y de la burguesía mercantil.

Todo este panorama socioeconómico no se da en un clima de paz y estabilidad política, sino que es muy intensa la rivalidad entre las diversas naciones, lo que hace que las guerras y enfrentamientos sean continuos a lo largo del siglo. Tres son las grandes potencias que dominan la Europa del XVIII: Inglaterra, Francia y Austria. Significativo es también, por sus consecuencias futuras, el comienzo de la emancipación de las colonias norteamericanas, que culminará con la independencia de los Estados Unidos, consagrada en 1783 en la Paz de Versalles.

Finalmente, la revolución que sacude Francia desde 1789, con el lema de 'Libertad, igualdad, fraternidad', supone una notable convulsión de la organización jerárquica estamental y el advenimiento de una nueva estructura social, característica del mundo contemporáneo, en el que pierde importancia el origen por la sangre. El acontemiento de la Revolución francesa tiene además una importancia decisiva en la conciencia de los hombres, quienes pueden verse como creadores de la propia sociedad, hasta entonces considerada en el pensamiento dominante "algo natural", ya dado al individuo, el cual no tenía capacidad para modificarla.

(Lengua Castellana y Literatura, 2º Bachillerato, edición de Julio Rodríguez Puértolas, coordinación y revisión de Literatura de Domingo Ynduráin Muñoz, proyecto y redacción de José Antonio Martínez Jiménez, Francisco Muñoz Marquina, Miguel Ángel Sarrión Mora; ed. Akal, Madrid 2012)

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