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La literatura del siglo XVIII. La poesía. Juan Meléndez Valdés



Puede ser considerado el poeta español más representativo de su época. Nació en 1754 en la provincia de Badajoz. Fue profesor en la Universidad de Salamanca. Sus diversos destinos en la carrera judicial le hicieron vivir en distintas ciudades españolas. En la época de la invasión francesa se encontraba en Madrid y, aunque en principio dudó, finalmente se puso de parte del nuevo gobierno y fue ministro de Instrucción Pública del rey José I. Poco antes de finalizar la guerra, hubo de huir junto a otros afrancesados y vivió en el sur de Francia hasta su muerte en 1817.

De carácter afectuoso, la figura de Meléndez Valdés ha llegado a la posteridad aureolada con los rasgos típicos del ilustrado dieciochesco: correcto, elegante, parsimonioso y sumamente educado. Hombre de vasta cultura, conocía muy bien a los clásicos grecolatinos y a los poetas españoles de siglos precedentes, tenía una sólida formación jurídica -muy en cosonancia con los nuevos ideales de justicia del Siglo de las Luces- y había leído en profundidad a los filósofos ilustrados franceses y a los empiristas ingleses.

En su obra poética son frecuentes los poemas que siguen el modelo del género neoclásico de la 'anacreóntica': pastorcillos enamorados, sencillez expresiva, delicadeza, canto a la vida y a los placeres, notas sensuales y aun eróticas, etcétera.
Muy importante es la presencia de la naturaleza en muchas de las composiciones de Meléndez Valdés, presencia que evoluciona en los textos desde una inicial artificiosidad idealizada hasta un sentimiento más íntimo y subjetivo cuando la naturaleza viene a ser un reflejo del estado de ánimo del poeta. En cierto sentido, la naturaleza pasa de ser contemplada gozosamente al modo neoclásico a ser percibida de un modo que presagia la sensibilidad romántica.

Los poemas del escritor extremeño se caracterizan por la sentimentalidad que, de forma más o menos acusada, está presente en la mayoría de sus composiciones. El tono afectivo, tierno y emotivo tiñe intensamente muchos textos, y no solo los de índole amorosa. Poemas dedicados a la amistad, al amor paternal o a otros temas diversos manifiestan la extrema sensibilidad de su autor en expresiones tiernas, dulces o emocionadas.

No faltan tampoco en la poesía de Meléndez Valdés las composiciones filosófico-doctrinales, en donde expone la mayor parte de las ideas ilustradas de reforma y progreso: el fomento de la agricultura, la pobreza del labrador, la ociosidad de la nobleza, las injusticias sociales, la educación, la utilidad de la industria, una religiosidad poco clerical y próxima al deísmo, la crueldad de la guerra, etcétera.

La métrica de sus poemas es muy variada, en general dentro de la tradición: romances, letrillas, sonetos, silvas, etc. Es significativo su uso renovador del romance, así como la utilización del romance heroico con un sentido que preludia el empleo de esta forma durante el Romanticismo.

En cuanto a su estilo, resulta llamativo en el uso de un lenguaje artificioso y delicado, sobre todo en las anacreónticas. Así, es característica la abundancia de diminutivos ('lengüecita', 'pececillos', 'ricitos', 'lunarcitos', 'hoyitos'...) o de vocablos gratos y amables ('jilguero', 'alondra', 'ruiseñor', 'mariposa', 'jazmín', 'delicada', 'alegre', 'suave', 'florido'...). En sus composiciones filosóficas y doctrinales, sin embargo, se aprecia un vocabulario a tono con la gravedad de los asuntos tratados: 'razón', 'verdad', 'error', 'grandeza', 'nobleza', 'ambición', 'puro', 'alto', 'excelso', 'justo', 'fatal'... En general, se trata de una lengua y un estilo que pretende apartarse tanto de los excesos barrocos como del elemental prosaísmo, intentando con ello aproximarse al ideal del 'justo medio' guiado por el lema neoclásico del 'buen gusto'.

(Lengua Castellana y Literatura, 2º Bachillerato, edición de Julio Rodríguez Puértolas, coordinación y revisión de Literatura de Domingo Ynduráin Muñoz, proyecto y redacción de José Antonio Martínez Jiménez, Francisco Muñoz Marquina, Miguel Ángel Sarrión Mora; ed. Akal, Madrid 2012)

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