NOTICIAS                              FORMACIÓN LITERARIA                              ARTÍCULOS                              LEER

La literatura del siglo XVIII. El teatro. Leandro Fernández de Moratín



Portada de la edición príncipe de 'El sí de las niñas' (Madrid, Imprenta de Villalpando, 1806), firmada por'Inarco Celenio', seudónimo de Leandro Fernández de Moratín
Nació en Madrid en 1760. Era hijo del escritor ilustrado Nicolás Fernández de Moratín, por lo que se educó dentro del círculo literario en que se movía su padre. Vivió sus momentos de mayor fortuna con el ascenso político de Godoy; gozó entonces de la protección del poder, lo que le permitió estrenar algunas de sus comedias. Tras la invasión napoleónica, se puso del lado de los nuevos gobernantes y fue nombrado bibliotecario mayor de la Biblioteca Real de José I. Con la derrota de los afrancesados, se refugió en Valencia y luego en Peñíscola, y estuvo a punto de ser fusilado por los absolutistas. En 1814 fue juzgado en Barcelona y declarado exento de culpa. Pero, temeroso de la Inquisión, que había prohibido alguna de sus obras, marchó a Francia en 1817 y murió en París en 1828.

Conocido fundamentalmente como dramatugro, Moratín fue también poeta y prosista.

Su poesía es muy notable. Compuso poemas satíricos, algunos de circunstancias y otros más propiamente líricos. Son rasgos de sus composiciones el gusto clásico por el equilibrio, la contención expresiva y el cuidado formal. Aunque abundan los octosílabos y las estrofas tradicionales, es muy significativo su empleo del endecasílabo blanco, que para Moratín es un intento de aproximación a la métrica sin rima característica de la poesía griega y latina.
No obstante, Moratín destaca, sobre todo, como dramaturgo, y eso que su producción teatral fue escasa. Solo compuso cinco comedias, todas con la intención didáctica de censurar las malas costumbres: en 'El viejo y la niña' (1790), 'El barón' (1803) y 'El sí de las niñas' (1806) se critican los matrimonios concertados; en 'La comedia nueva o El café' (1792) se satirizan las obras teatrales aparatosas e inverosímiles que tanto gustaban al público de la época; en 'La mojigata' (1804) el centro de la crítica es la falsa piedad, la hipocresía religiosa y la mala educación de los jóvenes.

La comedia moratiniana debe entenderse en el contexto histórico de su tiempo, cuando los reformadores ilustrados conciben el teatro como instrumento fundamental que ha de tener una doble función: combatir las comedias populares que siguen transmitiendo ideas y valores inadecuados para los gobernantes del momento y servir de altavoz a los ideales reformistas. De ahí que, en consonancia con la nueva mentalidad propia del despotismo ilustrado, se insista en conceptos tales como la responsabilidad, la prudencia, la moderación, la virtud, la educación, el sentido común, etc.; ideas todas contrapuestas a las que transmitían las comedias populares (pasiones desatadas, ingeniosidades maliciosas, acciones temerarias, intrigas fantásticas, vicios diversos, malas costumbres, supersticiones religiosas...). Y justamente en esta encrucijada se sitúa el teatro de Moratín, cuyos temas apuntan siempre a problemas básicos de la España ilustrada: la cuestión clave de la reforma del teatro en 'La comedia nueva' tiene su parangón real en el interés de las autoridades por tal reforma; la crítica del seudomisticismo religioso y de la educación antiilustrada de los jóvenes presente en 'La mojigata' se corresponde con los intentos en la España del XVIII de promover una reforma educativa. Y el tema predilecto de Moratín en sus comedias, el de los matrimonios impuestos -que no carecía de precedentes literarios-, también es de candente actualidad en los decenios finales del XVIII, pues las uniones matrimoniales de conveniencia entre viejos adinerados con muchachas jóvenes era una extendida costumbre.

Es, por tanto, el didactismo uno de los rasgos fundamentales de la comedia moratiniana, como el propio escritor subraya en su definición del género: "Imitación en diálogo (escrito en prosa o en verso) de un suceso ocurrido en un lugar y en pocas horas entre personas particulares, por medio del cual, y de la oportuna expresión de afectos y caracteres, resultan puestos en ridículo los vicios y errores comunes en la sociedad y recomendadas, por consiguiente, la verdad y la virtud. [...] La comedia pinta a los hombres como son, imita las costumbres nacionales y existentes, los vicios y errores comunes, los incidentes de la vida doméstica; y de estos acaecimientos, de estos individuos y de estos privados intereses forma una fábula verosímil, instructiva y agradable". De estas palabras pueden deducirse también las otras características básicas del teatro de Moratín: verosimilitud y respeto a las reglas clásicas. La verosimilitud justifica el lenguaje de las comedias moratinianas, sencillo y adecuado a la condición de cada personaje, así como el uso de la prosa ('La comedia nueva', 'El sí de las niñas') o del verso breve ('El viejo y la niña', 'El barón', 'La mojigata'). El deseo de acercarse a la realidad explica también el predominio del análisis de los personajes sobre la acción y la ausencia de tramoyas escénicas espectaculares. Y, en último extremo, el cumplimiento de la preceptiva clásica de las tres unidades no es más que la expresión teatral del intento de adecuación a la realidad y del deseo de hacer verosímiles personajes y argumentos. En este sentido, la estética neoclásica del respeto a las reglas va de la mano de la finalidad didáctica de las obras, de forma que la intención de encauzar y controlar la inspiración artística y someterla a unos preceptos se corresponde con el deseo de contener las pasiones dentro de los límites de lo razonable y conveniente.

(Lengua Castellana y Literatura, 2º Bachillerato, edición de Julio Rodríguez Puértolas, coordinación y revisión de Literatura de Domingo Ynduráin Muñoz, proyecto y redacción de José Antonio Martínez Jiménez, Francisco Muñoz Marquina, Miguel Ángel Sarrión Mora; ed. Akal, Madrid 2012)

No hay comentarios:

Publicar un comentario