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La literatura de la primera mitad del siglo XIX. El Romanticismo



El hombre romántico afirma constantemente su "yo" frente a lo que le rodea, sea la sociedad o la naturaleza.
'Caminante sobre el mar de nubes', de C. D. Friedrich, hacia 1825
Se conoce con el término Romanticismo el movimiento cultural que se opone, de forma más o menos explícita, a los principios característicos de la Ilustración y que es resultado de la profunda crisis social e ideológica de un mundo en acelerado cambio, como es el de las primeras décadas del siglo XIX. La crisis de los seguros valores tradicionales, la despersonalización del individuo dentro de la nueva sociedad industrial, el auge del materialismo y la tecnificación, las bruscas transformaciones que se producen en la vida de los hombres, los conflictos de identidad personal o colectiva conducen a dos actitudes opuestas: rechazo de la nueva sociedad -sea añorando un pasado perdido, sea forjando mundos ideales- o reivindicación de un progreso más acentuado que permita configurar una sociedad en la que tengan cabida la fantasía, la espiritualidad, la libertad o la justicia.

Los orígenes del Romanticismo hay que buscarlos ya en el siglo XVIII, sobre todo en la filosofía y la cultura alemanas. Se produce allí el movimiento llamado 'Sturm und Drang' ('Tempestad y Pasión'), que propugna la creación literaria al margen de las reglas clásicas y revaloriza la expresión artística de los sentimientos y de las vivencias. Esta sensibilidad prerromántica se manifiesta también pronto en Inglaterra y, con mayor o menor intensidad, se extiende por toda Europa.

Rasgos característicos del Romanticismo son los siguientes:

- Irracionalismo.

Se niega que la razón explique por completo la realidad. Es más, se abandona la idea de que existan verdades fijas e inmutables. Por el contrario, la realidad es en esencia cambiante, caótica e incomprensible. Este rechazo de la razón y de lo racional justifica también la preferencia de los románticos por temas como lo sobrenatural, lo mágico y lo misterioso. Para ellos, el mundo es en su esencia un misterio, algo oculto a lo que la razón es incapaz de llegar.
- Subjetivismo.

Si la razón tiene sus límites, son necesarias otras formas de conocimiento, que para los románticos son la intuición, la imaginación y el instinto. De ahí la importancia de emociones, sueños o fantasías que permiten bucear en el inconsciente para descubrir allí los impulsos no racionales, los escondrijos del espíritu humano. Frente a la razón, se levanta la bandera del sentimiento -siempre arrebatado, aun cuando se tiña a veces de melancolía-. La pasión es en el Romanticismo una fuerza superior a la razón.

- Idealismo.

El hombre romántico siente predilección por lo absoluto, por lo ideal. No quiere una parcela de libertad, un avance en el progreso o la contemplación de algo bello, sino que se lanza a la búsqueda de la libertad, del progreso, de la belleza. Hay en los románticos un sentimiento de 'no plenitud', una conciencia de lo incompleto de la existencia humana que les hace buscar casi desesperadamente lo absoluto. Ello explica, por una parte, su necesidad de acción, su vitalismo, pero también, por otra, que sus anhelos siempre se vean insatisfechos, lo que los conduce a la frustración y a la infelicidad.

- Individualismo.

El hombre romántico tiene una conciencia aguda y dolorosa de la propia personalidad, de ser distinto de los demás, y afirma constantemente ese 'yo' frente a lo que lo rodea. En algunos casos, se siente superior a todo 'lo otro': exalta su propia sensibilidad, sus emociones -que nadie puede siquiera compender-, su genio, pero también su desgracia o su infelicidad, mayores que las de nadie. Esta afirmación del yo lo conduce a la soledad, que es uno de los temas básicos del Romanticismo. En el arte, el yo del artista pasa a ocupar el primer plano de la creación. Por eso la poesía lírica o la música son en esta época las artes supremas.

- El genio creador.

El artista no es ya el artesano que elabora y pule pacientemente sus obras, fruto de un laborioso aprendizaje previo, sino que el arte se convierte en la forma de expresión del genio que el creador lleva dentro. El artista, pues, nace, no se hace. De ahí la revalorización de lo espontáneo, de lo intuitivo, de lo original, de aquello que es característico del genio creador. La obra de arte es desde ahora el resultado de un momento de inspiración que refleja la valía de su autor.

- Inseguridad radical.

El romántico es por naturaleza alguien inseguro e insatisfecho, pues, al haber perdido la confianza en la razón, ya no hay certezas absolutas en el mundo y no sirven las respuestas tradicionales a los interrogantes que la realidad ofrece. Ello da lugar a la desazón vital romántica. Pero la inseguridad y la insatisfacción vitales son al mismo tiempo motores de la creación artística, porque el romántico busca respuestas a las dudas que se le plantean.

- Desengaño.

El choque entre el yo hipertrofiado romántico y la realidad prosaica y gris que no da satisfacción a sus anhelos e ideales procude en el artista romántico un hondo desengaño, un tedio y un hastío vitales que lo llevan a rebelarse contra las normas morales, sociales, políticas o religiosas.

- Evasión.

Para escapar de ese mundo en el que no encuentra cabida su idealismo extremo, el romántico opta por huir de esa realidad inmediata que no le gusta. Tal evasión lo lleva a épocas pretéritas, como la Edad Media, o a lugares lejanos o exóticos, como Oriente, América o la misma España, que para muchos escritores europeos era, con sus antiguas tradiciones y su peculiar folclore, prototipo de país romántico. Una forma extrema de evasión es a veces el suicidio, que puso de moda (y no sólo entre los personajes de ficción) el 'Werther' de Goethe.

- Soledad.

Además de la evasión temporal o espacial, adquiere especial importancia la huida de la realidad mediante el refugio en sí mismo, con lo que el gusto por la soledad se convierte en uno de los temas románticos por excelencia. Esto justifica la preferencia por lugares solitarios como castillos, cementerios, jardines, espacios apartados o recónditos, etcétera.

- Naturaleza dinámica.

Frente a la artificiosidad bucólica del Neoclasicismo, el artista romántico representa la naturaleza en forma dramática, en movimiento y con preferencia por la ambientación nocturna. La naturaleza se indentifica con los estados de ánimo del creador y, según sean estos, es turbulenta, melancólica o tétrica, como una proyección de sus sentimientos. Pero a la vez está por encima de todo, como se advierte en el tópico romántico de las ruinas, que simbolizan el predominio de la naturaleza sobre el hombre y sus obras.

- Nueva sensibilidad.

El Romanticismo lleva a primer plano la intimidad, la introspección, la nostalgia, la melancolía, la tristeza y la soledad. Se extiende el sentimiento de fugacidad e infelicidad de la vida humana, que provoca la típica angustia romántica. El gusto por lo sombrío y crepuscular es revelador de tal sensibilidad.

- Nacionalismo.

Los románticos encuentran un asidero existencial en el espíritu comuntiario que los liga a su entorno. Es ahora cuando se forja el concepto de 'pueblo' como entidad espiritual supraindividual a la que pertenecen individuos que comparten una serie de rasgos comunes: lengua, costumbres, folclore, leyes... Ello explica el interés que se despierta en la época por conocer lo que tiene de particular el espíritu de cada 'nación' ('lugar común de nacimiento'), y de ahí la obsesión por buscar las raíces de cada pueblo en su historia, en su literatura, en su cultura, etc. Así se comprende la revitalización de los antiguos poemas épicos y de las leyendas y tradiciones locales, el nuevo cultivo que alcanzan las lenguas vernáculas y la exaltación de la 'patria'. Estas ideas románticas se oponen frontalmente al espíritu universalista de la Ilustración: el universalismo dieciochesco, cuyo sentido había sido extender las ideas de progreso y libertad por igual a todos los hombres, se ve ahora como una forma intolerable de uniformidad y amputación de lo que es lo más característico, espontáneo y profundo de una comunidad.

Todos los rasgos anteriores permiten comprender que en el rechazo de su mundo los artistas románticos hayan tomado dos direcciones opuestas: la nostalgia por los antiguos valores tradicionales (monarquía absoluta, religión, ideales caballerescos...), o la rebelión no sólo frente a su mundo sino también frente al antiguo (republicanismo, anticlericalismo, ideales democráticos...). Por eso puede hacerse la distinción entre un Romanticismo tradicional o conservador y un Romanticismo liberal o progresista.

(Lengua Castellana y Literatura, 2º Bachillerato, edición de Julio Rodríguez Puértolas, coordinación y revisión de Literatura de Domingo Ynduráin Muñoz, proyecto y redacción de José Antonio Martínez Jiménez, Francisco Muñoz Marquina, Miguel Ángel Sarrión Mora; ed. Akal, Madrid 2012)

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