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La palabra viva de Juan Ramón Jiménez en el siglo XXI (Manuel Ángel Vázquez Medel)


"Contigo han de gozar, palabra, un día, todos, como con una tierna cosa fuerte. Y tendrán un afán de hacerte de ellos... Y yo, muerto de nombre y de morada ¡qué vivo me seré dejándolos frenéticos de amor!" (Juan Ramón Jiménez: "¡Qué vivo me seré!") (1).

Las celebraciones literarias -centenarios, cincuentenarios, etc.- son, en muchos casos, la lápida que colocamos sobre la vida y la obra de quienes, habiendo sido importantes para la literatura o el arte de su tiempo, no tienen en la actualidad más vigencia que la de un pasado que hemos de conocer y rememorar con criterios arqueológicos o museísticos. En otros casos, afortunadamente, las celebraciones son la ocasión de traer al presente -que es el único tiempo vivo- la creación que sigue fecundando y enriqueciendo nuestras vidas.

Este año 2006 conmemoramos el 125 aniversario del nacimiento de Juan Ramón Jiménez, el cincuentenario de la concesión del Premio Nobel y de la muerte de Zenobia Camprubí y -lo que es más importante- la muerte de Juan Ramón Jiménez para la Poesía (recordaremos los 50 años de su muerte biológica en 2008). Una ocasión única para avanzar en el proceso editor que ha de conducir a la edición hipertextual de la Obra juanramoniana (2); para abordar aspectos aún inéditos de su vida y de su creación; para salvar de tópicos deformantes y clisés infundados al poeta español más decisivo del siglo XX; para acercar su producción poética en verso y prosa a los lectores y posibilitar ese contacto fecundo con su palabra que Juan Ramón soñó para la posteridad...
Nuestro poeta hizo de su vida Poesía, Palabra viva, Conciencia deseante y deseada de Plenitud total y de Belleza. Este año también nos recuerda el injusto desfase del abandono de dos de sus tres desnudas presencias: la Obra desnuda y la Mujer desnuda (la real y la ideal) le dejaron en 1956, ya despojo, a la espera de la Muerte desnuda, que le llegaría dos años después (3). Nada nos puede extrañar que Juan Ramón no experimentara ningún entusiasmo ante la concesión del Premio Nobel y ni siquiera se molestase en acudir a Estocolmo a recibirlo, encomendando tal misión al rector de la Universidad de Río Piedras (Puerto Rico), Jaime Benítez. Si el impulso vital de Juan Ramón era "Amor y Poesía cada día", y fue despojado por la muerte de su sincera (y compleja) proyección amorosa, no nos puede sorprender que renunciara -para siempre- a la Poesía (y con ella, en el fondo, a la vida).

Juan Ramón Jiménez fue el poeta más importante de las literaturas hispánicas del siglo XX y una de las cumbres de la literatura universal. Como ha afirmado Rafael Alarcón en su biografía, 'Juan Ramón Jiménez. Pasión perfecta', el caso de nuestro poeta sólo podría ser comparado, en el mundo de la creación artística, al de Picasso:

"Juan Ramón no sólo fue un poeta excepcional en un tiempo, la llamada edad de plata de nuestra literatura, de buenísimos poetas. Lo verdaderamente sorprendente es que siempre estuvo a la cabeza de la excelente poesía española de su tiempo, a lo largo de todas las etapas de su vida: a comienzos de siglo fue el mejor lírico modernista, junto a los Machado; en los años veinte y treinta, maestro de la "joven literatura" y de la "pureza poética"; en la posguerra, de modo definitivo, un poeta inalcanzable con 'La estación total', 'Espacio' o 'Animal de fondo', por hablar solamente de los poemarios que fueron publicados. Esta constante revitalización de su obra a lo largo del medio siglo más intenso de la poesía española es, si lo pensamos, completamente asombrosa. Lo habitual en la literatura moderna es que un buen poeta alcance, como mucho, una sola cima en toda su vida, para ser inmediatamente superado por nuevas promociones y estéticas; pero Juan Ramón fue, por mantener la metáfora, 'el montañista perpetuo'. Esto únicamente lo consiguen los grandes creadores, y sólo se me ocurre un caso análogo en el arte español: me refiero, claro está a Picasso" (4).

Muchos son los factores que permiten -salvando todas las distancias- esta comparación: su fuerte personalidad, la insólita maestría en los secretos de la poesía o la pintura, el hecho de haber establecido un punto culminante que no ha sido superado, el carácter dinámico y cambiante de su creación, en uno y otro caso "Obra en Marcha", 'Work in Progress', construcción, tendencia siempre inacabada hacia un absoluto de Belleza.

Como ya tuve ocasión de afirmar en 'El Poema Único. Estudios sobre Juan Ramón Jiménez', "Juan Ramón Jiménez es uno de los más importantes creadores de la Poesía Universal de todos los tiempos. No es fácil, para quien conoce a fondo su Obra, encontrar en nuestro siglo otros nombres de su magnitud, tanto por la calidad de su escritura poética como por la vastedad de su proyecto, alimentado con conciencia y regularidad -"Como el astro, sin precipitación y sin descanso", según la máxima de Goethe que él asumió como suya- durante casi seis décadas. El nombre de Juan Ramón debe figurar, por méritos propios, junto a los de W.B. Yeats, T.S. Eliot, Ezra Pound o Fernando Pessoa, por sólo citar a alguno de los grandes poetas del siglo XX. Hay un antes y un después de su creación, para el desarrollo de la poesía en lengua española" (5). Habría que añadir, en realidad, varios puntos de inflexión: él contribuyó al momento crucial de experimentación del modernismo parnasiano, pero también a su superación en la tensión del simbolismo radical que inspirará toda su escritura; a la experiencia culminante del 'Diario de un poeta recién casado' y de la 'Segunda Antolojía Poética', e incluso al impulso de su escritura última, ahora póstumamente recogida con el título de 'Lírica de una Atlántida'. Octavio Paz, que ha reconocido el poema 'Espacio' como "uno de los monumentos de la conciencia poética moderna", ha subrayado la extraordinaria coherencia en la sucesión poética de un Jiménez que asume la aspiración profunda del modernismo y lo lleva a su plenitud:

"Su carrera hacia la muerte fue carrera hacia la juventud poética. En todos sus cambios Jiménez fue fiel a sí mismo. No hubo evolución, sino maduración, crecimiento. Su coherencia es como la de un árbol que cambia pero no se desplaza. No fue un poeta simbolista: es el simbolismo en lengua española" (6).

La autoconciencia de su valor y del alcance de su poesía adquieren en Juan Ramón una contundencia que algunos pudieran considerar egocéntrica. Habrá que advertir que, aunque lo fuera, no resulta por ello menos cierta: "Si yo hubiera escrito en Grecia, en Roma, en Francia, sería considerado por todos el primer poeta del mundo. / Como he escrito en España, tengo que conformarme con serlo sólo para mí. Pero es bastante. El primer poeta en verso, en prosa y en crítica" (7).

Una mínima exégesis y hermenéutica del texto que figura al frente de esta reflexión revelaría aspectos fundamentales de un Juan Ramón que, habiendo puesto en marcha su gran trilogía -'Diario de un poeta recién casado', 'Eternidades', 'Piedra y Cielo'- afronta el espacio de su posteridad. Señalemos la radicalidad al marcar siempre la construcción discursiva desde el 'mundo de conciencia', la base no sólo de lo humano, sino también de lo divino de lo humano (y que va mucho más allá de ese "egocentrismo" tan trillado al que muchos quieren reducirla); su constante proyección dialógica, especialmente aquí con la palabra; la 'alteridad' que brota de su preocupación sincera por los otros y de su volutnad de ofrecerles lo mejor de sí, de entregarse íntegramente en su poesía... Veámoslo aún más claro en el primer poema de 'Las tres presencias desnudas':

"Obra mía, alma mía, carne mía, mi solo hijo, mi único hijo conocido, mi siempre joven hijo; forma de mi infinito corazón, fin de mi vida siempre ansiosa, mi mundo entero (cielo y tierra) mi eternidad (pasado y presente y futuro de la existencia toda de todas partes) obra mía, por quien lo he dado todo, por quien me he dado todo, hasta quedarme muerto en mí y vivo en ti, sepulcro hermoso de mi vida viva; di ¿te hundirás también como yo? Di, di ¿te hundirán también; y el sol, un día, será sobre tus esparcidos restos tristes (tu hueso seco en descubierta fosa) primavera y olvido, putrefacción no deseada ver, inmunda flora?" (8).

Juan Ramón, que ha decidido, como proyecto vital, volcarse, vaciarse, hacerse pura presencia en su palabra creadora, encarnarse en ella, engendrar en ella su único hijo, se pregunta ahora, consciente de la inevitabilidad de la muerte, si ésta también alcanzará su palabra. Y acepta también ese destino fatal (recordemos que 'Destino', al igual que 'Metamórfosis', era uno de los títulos con los que Juan Ramón pensaba ofrecer su Obra Completa), común al hombre, a las estrellas, al verbo creador: "Tú, así labrada con mi vida ardiente hecha diamante para ti; tú, con tanto soñar perfeccionada, como una estrella por los siglos... ¡Qué pálido pensar que tú, obra bella, te has de morir, lo mismo que se muere de siglos una estrella!" (9).

Antes de esa muerte, sin embargo, Juan Ramón aspira a que 'todos' gocen con su palabra un día. Por un momento se aleja de la conciencia de que su obra está dedicada, sin concesiones, como rezaba al frente de su 'Segunda Antolojía Poética', "A la minoría siempre" (10). Y concibe esa relación profunda con la palabra como 'goce', más allá del placer, pero implicándolo profundamente. La referencia alude, sin lugar a dudas, a la posesión amorosa: "Y tendrán un afán de hacerte de ellos...". Juan Ramón concibe así, en esa dinámica casi sexual, la relación con la palabra. Por ello el auténtico disfrute estético provoca un 'frenesí de amor' en el que vive el poeta, cuyo corazón podría (aunque también le asalta la duda) seguir latiendo en la palabra:

"¿Qué serás tú, desnuda mía, para el hombre desnudo del mañana? ¿Lo podrás consolar de ser aún poco; entristecer de ser aún poco, tan lejos o tan cerca aún de ti?

¿Mi corazon latirá en ti como me lo siento yo ahora; o será lo mismo que es para mí el del perro amigo, y para el perro el de la piedra sola?" (11).

¿Qué será la palabra viva de Juan Ramón en el siglo XXI? ¿Qué vigencia tienen hoy sus poemas, muchos de los cuales han alcanzado ya un siglo? ¿Por qué leer hoy a Juan Ramón?

Nuestro poeta había dejado dicho que "Cada vez que en España se levante una minoría, volverán la cabeza a mí como al sol". ¿Es (o puede ser) Juan Ramón el sol de una nueva renovación poética? Estoy convencido de ello, y las líneas que siguen son apenas insinuación y punto de partida para una reflexión que debería abrirse y profundizarse en el "trienio juanramoniano" que ahora iniciamos.

- Vigencia de la Poética juanramoniana.

La compleja Poética juanramoniana, ejemplarmente estudiada por Javier Blasco (12), alcanza en estos años iniciales del siglo XXI su mayor vigencia. Es cierto que nos encontramos ante una "Poética restringida", que no es el único camino que podemos transitar en la creación y la lectura de nuestros días, y que existen otras vías incluso más del gusto del momento. Pero también lo es que se trata de la "avenida" por la que circula lo más intenso de la Poesía. Ahora, en otro 'emplazamiento' y desde otras encrucijadas, situados en un horizonte comprensivo e interpretativo distinto al contexto de su producción poética, podemos apreciar dimensiones y matices en la obra juanramoniana que hasta ahora no han sido percibidos con radicalidad. La vigencia de la Poética juanramoniana lo es tanto en el plano de la expresión como en el del contenido: exigencia de dignificación de la palabra, elevación de ella a su máxima capacidad no sólo de significar, sino de aportar 'sentido' a la existencia. Además, vigencia plena de una 'cosmovisión' en la que late una antropología luminosa, una afirmación de la individualidad que nada tiene que ver con el individualismo (13), una visión de la naturaleza, de la cultura y de la educación con muchos de los valores más necesarios en el momento presente. Es cierto que podría replicárseme que también son posibles otras lecturas e interpretaciones de la obra juanramoniana que difieren de este planteamiento. Creo que, con todo derecho, podemos exponer y defender no sólo una obra 'en sí' misma (algo, por otra parte imposible) sino una 'tradición interpretativa'. La que aquí apenas se insinúa parte de las coordenadas que tuve ocasión de exponer en 'El Poema Único': una lectura no distorsiva de nuestro autor en su tiempo, y una proyección libre del significado de su producción poética desde su núcleo más esencial y vigente. Y éste no sino el afán de plenitud y eternidad: la voluntad de llevar nuestra 'humanitas' a su cumplimiento, de impulsar 'entitativamente' la realidad humana desde el imperativo del amor y hacia el único horizonte de una Belleza nada escapista, pues lleva en su propio corazón la exigencia de los universales axiológicos de Verdad y Bondad.

El tiempo ha dado la razón a nuestro poeta en su concepción 'heraclitiana' del mundo, de la vida, de la poesía: todo cambia, todo se muda, todo es sucesión y metamorfosis constante. La angustia ante la temporalidad y su inevitable fluir, ante la muerte, no admite falsos consuelos: es preciso afrontar la existencia desde sus raíces mismas. Y es necesario elevarse hasta lo más alto: "Raíces y alas. Pero que las alas arraiguen y las raíces vuelen". Esa dimensión ascensional preside toda la creación poética de Juan Ramón que, por ello, concibe la muerte como "hundimiento". Frente a ese destino, su indagación poética se convierte en ideal redentor: si el ser humano está abocado a la muerte, si nuestra conciencia ha llegado a desear la Eternidad y el Absoluto, pero debe volver a la nada, lo único que nos rescata es la Palabra y la Belleza aprisionada, contenida en ella.

Cada ser humano debe alcanzar la más alta plenitud de conciencia y, para ello, la poesía es el mejor alimento posible. Tal es el convencimiento de quien lleva a su más alta expresión ideal la conjunción de ética y estética o mejor, como él quería, 'Estética y ética estética' (14). Víctor García de la Concha ha vinculado estos aspectos de la antropología juanramoniana con sus raíces krausistas:

"Propugnaba el krausismo como modelo de vida el de un hombre que se hace en sucesión, que cada día progresa ensanchando su espacio, ahondando en su interioridad y en la de la circunstancia que le rodea. En esa línea dirá Juan Ramón que "poetizar es llegar, venir a ser yo cada día en una nueva visión y nueva expresión de mí mismo y del mundo que yo veo, mi mundo". Tal principio de fusión de vida y obra poética lo lleva a adoptar una actitud goetheana, esto es, a moverse sin prisa y sin pausa en torno a un mismo centro de lo eterno: la Obra. No conoció otra vida ni tuvo otro quehacer que ése" (15).

El tiempo ha dado también la razón a Juan Ramón en su percepción del modernismo, el espíritu de su época, al que concebía desde el principio como "un gran movimiento de entusiasmo hacia la libertad y la belleza". Jorge Urrutia, en la 'Introducción' a su excelente edición de 'El Modernismo. Apuntes de curso (1953)' afirma:

"Me parece muy importante el empeño -que creo acertado- de Juan Ramón en considerar el Modernismo dentro del Simbolismo, entendiéndolo como un gran movimiento de conciencia que opta por unas líneas estéticas determinadas (...) El tiempo no ha hecho sino darle la razón a Juan Ramón Jiménez en casi todo. Tal vez la relación con la poesía norteamericana sea más discutible, pero no creo que nadie pueda realmente sostener ya, con argumentos serios, la diferencia entre modernismo y noventa y ocho o que el modernismo sea algo distinto del movimiento simbolista. España y su cultura han estado en las corrientes dominantes europeas" (16).

En estos años iniciales del siglo XXI, en los que la palabra corre el riesgo de una degradación fatal, cuando el 'homo sapiens' corre el riesgo de convertirse, como afirma Giovanni Sartori en 'homo insipiens', el único anclaje posible con un origen en el que también se encuentra -como dijera T.S. Eliot- nuestro destino es la recuperación del orden simbólico. Es la vía que contribuyó a abrir Juan Ramón y que él transitó como pocos. En las páginas preliminares de 'El Poema Único' he señalado:

"Juan Ramón buscaba -en vano, y él también lo sabía- el vaciamiento del Poema Único en su poesía. La subversión radical. La realización de lo irrealizable. Se trataba de franquear la frontera misma que separaba a los dioses de los mortales. Y por ello comenzará 'Espacio' con ese estremecedor arranque: "Los dioses no tuvieron más sustancia que la que tengo yo". Es la manifestación de la 'hybris' en la palabra. Una soberbia creadora que ofrece punto de arranque a un proceso ascensional que, sin embargo, acaba en la caída de la conciencia en el estremecedor "monodiálogo" final" (17).

A mi juicio, en este empeño poético o, más bien, a partir de él, se encontrará la vía de progresión poética en el nuevo milenio. Si el modernismo fue el espíritu de una época que prácticamente muere con Juan Ramón, el espacio que se abre tras ella (y en el que estamos), que siempre he preferido denominar 'transmodernidad' y no "posmodernidad", no puede prescindir de lo anterior, sino llevarlo a su culminación. Un aspecto esencial de este proceso es el relativo a la nueva 'espiritualidad' que late en su obra. Una espiritualidad que tiene que ver con un proceso de 'inversión de la mística' que apunté tempranamente en mis estudios sobre el poeta (18).

Una frase atribuida a André Malraux decía que "el siglo XXI será religioso o no será en absoluto". El propio Malraux, en una entrevista que concedió al semanario francés 'Le Point' en 1975, dijo sin embargo: "a mí se me ha atribuido esta frase, pero jamás he dicho que el siglo XXI sería religioso o no sería en absoluto porque del siglo XXI yo no sé nada. Lo que yo digo es más incierto: no excluyo la posibilidad de un acontecimiento espiritual a escala planetaria". Tal es el acontecimiento presentido por Juan Ramón y expresado sobre todo en su poesía última, en la conjunción de lo macrocósmico y lo microcósmico. Por ello, también me atrevo a aventurar que, en poesía auténtica, para la 'matria' que construimos desde nuestra lengua, el siglo XXI será juanramoniano o no será en absoluto.

(Notas):

(1) Juan Ramón Jiménez, 'Leyenda (1896-1956)', Ed. de Antonio Sánchez Romeralo, Cupsa Editorial, Madrid, 1978, "¡Qué vivo me seré!", poema 6 de 'Las tres presencias desnudas', p. 497.

(2) Todos hemos de felicitarnos por una nueva e importantísima edición: Juan Ramón Jiménez, 'Obra poética', Ed. de Javier Blasco y Teresa Gómez Trueba. Vol. I: 'Obra en verso. Vol. II: 'Obra en prosa, Espasa-Calpe, Madrid, 2005. Con todo es preciso señalar que el acontecimiento editorial -reconociendo el valor de las ediciones del vol. I- es el vol. II, que ofrece por primera vez cientos de páginas inéditas de Juan Ramón y nos permite hacernos una idea cabal de la importancia de su prosa.

(3) 'Las tres presencias desnudas' es el título que Juan Ramón ofrece a la sección 38 de 'Leyenda', dividida en tres partes: 1: La obra desnuda. 2: La mujer desnuda, y 3: La muerte desnuda. El poeta las concibe no sólo como ámbitos temáticos, sino como "normas vocativas". En las "Notas" a 'Animal de fondo' dirá: "Mis tres normas vocativas de toda mi vida: la mujer, la obra, la muerte, se me resolvían en conciencia, en comprensión del "hasta qué" punto divino podía llegar lo humano de la gracia del hombre; qué era lo divino que podía venir por el cultivo" (Juan Ramón Jiménez, 'Animal de fondo', Pleamar, Buenos Aires, 1949, p. 118).

(4) Rafael Alarcón Sierra, 'Juan Ramón Jiménez. Pasión perfecta', Espasa-Calpe, Madrid, 2003, p. 16.

(5) Manuel Ángel Vázquez Medel, 'El Poema Único. Estudios sobre Juan Ramón Jiménez', Diputación de Huelva, Huelva, 2005, p. 19.

(6) Octavio Paz, 'La casa de la presencia. Poesía e Historia. Obras Completas, I', Círculo de Lectores, Barcelona, 1991, p. 111.

(7) Juan Ramón Jiménez, 'Ideología II', Ed. de Emilio Ríos, Eds. de la Fundación Juan Ramón Jiménez, Moguer, 1998, p. 70.

(8) Juan Ramón Jiménez, 'Leyenda', p. 495.

(9) 'Idem.', p. 496.

(10) Juan Ramón Jiménez, 'Segunda Antolojía Poética', Ed. de Javier Blasco, Espasa-Calpe, Madrid, 1998, p. 91. Recordemos que, con mayor contundencia aún había afirmado en las "Notas" finales: "No creo, 'en ningún caso', en un arte para la mayoría. Ni importa que la minoría entienda del todo el arte; basta con que se llene de su honda emanación" (p. 386).

(11) Juan Ramón Jiménez, 'Leyenda', "El de la piedra sola", p. 496.

(12) Francisco Javier Blasco Pascual, 'Poética de Juan Ramón Jiménez. Desarrollo, contexto y sistema', Univ. de Salamanca, Salamanca, 1982.

(13) Me parece mucho más adecuado, en todo caso, hablar de 'personalismo', incluso en el sentido que adopta en el pensamiento de Enmanuel Mounier. La conexión de individualidad, proyecto personal y necesidad de reinternación permanente, así como otros aspectos esenciales del mundo de nuestro poeta están certeramente indicados en el artículo de Rogelio Reyes Cano, "Algunas constantes en la poesía de Juan Ramón Jiménez", en 'Archivo Hispalense', 199, 1982, pp. 137-164.

(14) Juan Ramón Jiménez, 'Estética y ética estética', Ed. de Francisco Garfias, Aguilar, Madrid, 1967. Cf. Manuel Ángel Vázquez Medel, "Ética y estética en la obra de Juan Ramón Jiménez", en E. Torre (ed.), 'Poesía y Poética. Poetas andaluces del siglo XX', Sevilla, Alfar, 1987, pp. 27-40, también incluido en 'El Poema Único'.

(15) Víctor García de la concha, "Prólogo" a Juan Ramón Jiménez, 'Obra Poética', pp. XVII-XVIII. Sobre estos aspectos resulta imprescindible la lectura de las grandes aportaciones de María Jesús Domínguez Sío, 'La Institución Libre de Enseñanza y Juan Ramón Jiménez', Univ. Complutense, Madrid, 1991, 2. vols., y 'La pasión heroica (Don Francisco Giner de los Ríos y Juan Ramón Jiménez: dos vidas cumplidas'), Los Libros de Fausto, Madrid, 1994.

(16) Juan Ramón Jiménez, 'El Modernismo. Apuntes de curso (1953)', Ed. de Jorge Urrutia, Visor, Madrid, 1999, pp. XXIX y XXXI. Sobre estas cuestiones, cf. el libro fundamental de Jorge Urrutia, 'Las luces del crepúsculo. El origen simbolista de la poesía española', Biblioteca Nueva, Madrid, 2004.

(17) Manuel Ángel Vázquez Medel, 'El Poema Único', pp. 14-15.

(18) Manuel Ángel Vázquez Medel, "Dios deseado y deseante, o la inversión de la mística", 'Pliego', 5, 1981, p. 7; recogido en 'Actas del Congreso Conmemorativo del I Centenario de J.R.J.,', Huelva, Instituto de Estudios Onubenses, 1983, vol. II, pp. 639-640. Ahora también en 'El Poema Único'.

('TURIA. Revista Cultural', nº 77-78, Marzo-Mayo 2006, ed. Instituto de Estudios Turolenses de la Diputación de Teruel)

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