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Arco de San Severo (Francisco Jota-Pérez)

Francisco Jota-Pérez (Barcelona, 1979). Escritor y guionista. Autor de las antologías Dionisia Pop! (editorial Grupo AJEC, 2007) y Antifuente (Viaje a Bizancio Ediciones, 2008), así como de las novelas Hierático (AJEC, 2009), Cinco Canciones de Cuna, Orígenes del Lodo y Ciencia Raíz (los tres volúmenes de su Tríptico Linde para la editorial Aristas Martínez), colabora habitualmente en publicaciones españolas especializadas en literatura de género y narrativa experimental, y mantiene en la revista cultural Crazy Friday la columna mensual Kulturtectura, dedicada a la futurología, tendencias y nuevas tecnologías. Más info: http://fjotap.wordpress.com/

Para bien o para mal, no hay disensión al respecto del origen del tratamiento:“Avatar therapy for persecutory auditory hallucinations: What is it and how does it work?”, publicado el 4 de marzo de 2013 en la revista Psychosis: Psychological, Social and Integrative Approaches y firmado por Julian Leff, Geoffrey Williams, Mark Huckvale, Maurice Arbuthnot y Alex P. Leff.

El artículo postulaba:

"Hemos desarrollado una nueva terapia basada en modelos informáticos que permiten al paciente crear un avatar de la entidad, humana o no-humana, que creen les está acosando. El papel del terapeuta es el de animar a dicho paciente a entablar un diálogo con su avatar, teniendo a su disposición una batería de programas que modifican a la proyección de forma que, en el transcurso de apenas seis sesiones de 30 minutos, ésta devenga controlada por el paciente y pase de mostrarse abusiva a ser un ente amable y comprensivo.
El estudio fue evaluado según un protocolo de pruebas de control aleatorio en cruce parcial. Un grupo pasó directo a la sección de “terapia inmediata”. El otro siguió en cuidados clínicos estándar durante 7 semanas y luego fue integrado al trabajo con avatares en “terapia pospuesta”.

Durante la investigación se hizo patente en ambos grupos una significativa reducción de la frecuencia e intensidad de las voces, así como en su omnipotencia y malevolencia, e incluso varios individuos tuvieron una reacción dramática, con sus alucinaciones auditivas cesando por completo tras pocas interacciones.

La media de tamaño del efecto de la terapia fue del 0,8."

Y LAS VOCES SIN BOCA SABOREARON EL MIEDO

Sesión totalmente típica: anodinos personajes parloteando frente a la pantalla en una jerga que bascula sin complejos de lo técnico y específico a lo más vulgar, salpicada de palabras clave que van desde conceptos básicos de psicología popular a bienintencionados galimatías de motivación dinámica; diales virtuales manipulados con precisos guantes hápticos, cintas holotéricas captando transiciones de humor; la iluminación en la sala cambiando de un suave naranja angustia al blanco perlado eficiencia cuando finalizan los treinta minutos de trabajo con el avatar San Severo.

Por motivos obvios, no nos está permitido revelar aquí el nombre completo del paciente ligado a dicho avatar, así que nos referiremos a él por sus iniciales, S.R.M.

Las batas blancas y las gafas de realidad aumentada han sido sustituidas en los últimos tiempos por simple ropa de calle, a libre criterio del (o los) terapeuta (s), y por puentes cifrados para las lentillas de inmersión, blindados con filtros anti-spam y marcas de agua geolocativas advirtiendo que el software es propiedad registrada de la Federación Estatal de Asociaciones Profesionales de Educadores Sociales.

S.R.M. nos comenta que, aun así, “la sensación de que te han traído aquí porque estás mal de la puta cabeza y necesitas ayuda, no llega a desaparecer del todo nunca”.

Los dos técnicos del Instituto Gestalt que le acompañan se encogen de hombros, casi al unísono, y piden al chico que nos cuente qué ha estado haciendo hoy en el Sistema.

“He metido a San Severo en un armario”, dice. Señala al taquillón contiguo a la torre de procesadores a su izquierda, un armatoste de chapa, pintado de gris, de dos metros de alto por apenas uno de ancho, un ataúd rectangular, puesto de pie y cerrado con llave. “El editor del Sistema te deja hacer un montón de cosas, súper fácil”, asegura S.R.M, “pero a mí me gusta imitar las que ya existen de verdad, así que he copiado ese mismo armario, y luego he estado un rato convenciendo a San Severo de que se meta en él. Hemos gastado casi toda la media hora en eso, ahí de palique, comiéndole la olla para que se deje meter. Ya sé que no es una persona. Nos ha jodido. Pero a veces se pone cabezón de la hostia. Aunque así es mejor, le entiendo mejor”.

¿Por qué meterle en un armario?

“El asunto no es por qué, sino cómo. El por qué es cosa mía, ¿estamos? El cómo… Hemos hablado de monstruos. Porque él es un monstruo, ¿sabéis cómo os digo? Vale, es un santo, en cierta manera, pero también es un monstruo. Ni te imaginas las barbaridades que me suelta el cabronazo cuando no hay nadie delante o cuando no está encerrado en el Sistema. De eso va esto. Bueno, ya lo sabéis. Va de mandarle ahí y ponerle nombre y cara y que nos miremos y arreglemos nuestras mierdas. Pero aquí mando…”, se interrumpe y dirige una mirada a los dos técnicos, quienes se la devuelven con una caída de párpados preñada de condescendencia que, al parecer, el chico no sabe leer. S.R.M. sonríe y rectifica: “Aquí mandamos nosotros, no él. Nosotros sobre él. No él. ¡Je! Papá Noel. Papá Noel en el armario. Cuando era pequeño, mamá decía que Papá Noel se escondía en el armario la noche de nochebuena, invisible en el armario, esperando a que fuesen las doce para dejar ahí los regalos. Reglas. Cada casa tiene sus reglas, sobre todo en navidad; eso decía mamá. Pues de eso hemos hablado. De las demás cosas que pueden esconderse en los armarios. De los monstruos en el armario y, al final, le he convencido de que él era uno de ellos. El peor, San Severo, el peor sin duda. Y si él es quien manda..”, S.R.M. nos guiña un ojo. Sí, entendemos a qué se refiere. “Si él es el jefazo de los monstruos, debe bajarse de la burra alguna vez, ¿no? Los jefazos de verdad lo hacen. Los enrollados. Se bajan a la roña de los que están por debajo y hacen lo mismo que ellos, sólo que mejor, para demostrar que su polla es más larga y por qué son jefazos. Así le he enredado. A San Severo le puede el orgullo. Le mola tenerla más larga que ninguno”.

Y LAS VOCES HICIERON DE TI UNA HERRAMIENTA
A TRAVÉS DE TI, SE ENCARNARON

Un bautizo como la consumación del maridaje entre enfermedad y curiosidad: S.R.M. y su madre viven en los restos del Riego Condal de Barcelona, en un antiguo huerto reconvertido; la edificación principal, de ladrillo de adobe y piedra caliza y vigas de madera, apenas se tiene en pie pero cuenta con un gran jardín en el que una vez el muchacho incluso vio aterrizar un ovni. La casa está en el Arco de San Severo, un callejón que desemboca en la calle Valencia, casi en la esquina con la Avenida Meridiana. Atorados entre edificios inteligentes, cláxones del atasco de las siete de la tarde, el tufo de una pizzería y el improvisado urinario público en que se ha convertido el estrecho pasaje sin salida. El contexto físico como una pista al relato mental, aunque no lo único determinante.

Habitualmente, nadie se pregunta por el nombre consagrado en la placa agrietada de la esquina. La sumatoria de síntomas de S.R.M., sin embargo, está sobrevolada por una nube de signos de interrogación, y así el chico ha investigado hasta saber que San Severo fue el primer obispo de la ciudad, allá por el año 300.

Durante la persecución de Diocleciano, Severo de Barcelona huyó para esconderse y seguir ejerciendo su pastoreo desde el Castrum Octavianum, lo que hoy se conoce como Sant Cugat del Vallés. En el camino, el obispo encontró a Emeterio, un labriego y cristiano devoto al que el hombre animó a perseverar en su fe a pesar del inminente peligro, conminándole a, en caso de ser interrogado, decir la verdad al destacamento de la guardia romana que venía siguiéndole.

Al separarse Severo de Emeterio, Dios intervino haciendo que las habas del campo recién sembrado brotasen y floreciesen de modo que, cuando los soldados llegaron a reclamar información sobre el prófugo, el labriego les dijo que efectivamente éste había pasado por allí. ¿Cuándo? Mientras sembraba esas habas. El buen cristiano no ofendió a Dios con mentira alguna, había obedecido a su obispo y, al tiempo, puesto todos los medios humanos posibles para salvarle.

Pero a pesar de la intervención divina, la patrulla descubrió el ardid, apresó a Emeterio y lo llevó a juicio sumarísimo, sentenciándole a muerte. Ante esta deriva de los acontecimientos, al pío Severo no le quedó más remedio que entregarse voluntario a sus perseguidores, acompañado por sus sacerdotes de confianza, quienes fueron decapitados ante el obispo, con vistas a que ante la atrocidad el futuro santo claudicase y repudiase su credo.

San Severo no cedió un ápice, sin embargo. Resistió aquello como resistió los doscientos azotes de látigo emplomado que vinieron después, para morir finalmente a manos del verdugo que le hundió en el cráneo un clavo de hierro forjado.

Y POR VÍA DE ARCO REFLEJO, LO SENSITIVO SE HACE MOTOR
LAS VOCES COMO UNIDAD FUNCIONAL QUE ANCLA
POLTERGEIST DE RESPUESTA A ESTÍMULOS ESPECÍFICOS

Sobre lecho de esquizofrenia de tipo paranoide, rehabilitada y socialmente ajustada, una Sobreproducción Metonímica aliñada con reducción de Síndrome de Estocolmo: el clavo en la cabeza de S.R.M., quien se intercambia con San Emeterio cada otoño, cuando siembra habas en el jardín de su madre pero éstas nunca brotan; la tierra del viejo Riego Condal es yerma y ciertamente tóxica y no nos olvidemos, además, del aterrizaje del ovni, cuyos impulsores debieron hacerle algo al sustrato. Llueve, y unas lombrices negras y largas y finas como larvas de los cables de fibra óptica soterrados para servir a los bloques de pisos colindantes, salen a la superficie y estropean el huerto con su pulso arrítmico y amalgamado y viscoso, asqueroso; los sonidos de deglución de esos gusanos son siseos de módem en los que viajan malas noticias, tramposos anuncios de siguientes avistamientos, contactos alienígenas que no se producirán jamás.

Los campos de fuerza de los coches… S.R.M. va a buscar la cena. “Por ejemplo, ¿vale?”. Vietnamita, para llevar. La buena suerte que irradia el acuario a la puerta del restaurante se le adhiere como un impermeable empapado, mal puesto, del revés. Por mucho que tire, el muchacho no puede deshacerse de ella. Disimula. Espera a que le sirvan el pedido en bandejas desechables, con tapas que no cierran, envueltas en bolsas de plástico. Agradecimientos en pésimo pero esforzado castellano. Un idioma residual. Basura. Los que pueden pagarse una mesa esta noche, hablan de injerencias oraculares en la comunicación rota por el desfase de buffering de la Televisión Digital Terrestre. Disimula. Esa buena suerte le ha fallado hoy.

Últimamente está supurando vibraciones retorcidísimas. Si se pone agresivo, Dios no lo quiera, volverá la racha taimada de benzodiazepinas, volverán las luces gris gas cerúleo de inhibición en su jardín a aterrizar y la sucia estridencia de los paneles LED publicitando estupideces tirará de él en cien direcciones a la vez, y ya no cuenta con que San Severo les mande a todos a tomar por el culo.

“La fiesta está fuera, tíos. Fuera del Sistema. Y es una fiesta tocacojones como no os podéis hacer a la idea. Es lo que más miedo me da. Pero esta media horita está todo guay, y resulta que es lo suyo, que es lo que hay. No sé explicarlo como se tiene que explicar, pero vamos…”

Los técnicos del Instituto nos hacen un esbozo del cuadro general; nos cuentan que, como todo avance que se precie, poco después de su implantación y de la normalización de su uso, la terapia con avatares fue más allá del mero tratamiento por encarnación de alucinaciones auditivas propias de la esquizofrenia. En el Sistema, el paciente da a luz a un tótem que, una vez positivado y enlazado afectivamente, pasa a ser prácticamente el único punto de amarre sólido desde el que incidir sobre el Trastorno por Déficit de Respuesta a la Fenomenológica del Cuerpo sin Órganos (TDRFCO) que la compleción del trabajo con proyecciones fantasmáticas provoca como efecto secundario en más del ochenta por ciento de los tratados.

Los que sí saben explicarlo como se tiene que explicar se refieren a ello como “reacción metalérgica”, y habrá quien considere que este hecho no es más que la enésima condena al mal crónico a que la psicología y la psiquiatría nos han acostumbrado en los últimos dos siglos, por supuesto, pero no vamos a entrar aquí en esa clase de valoraciones.

“Yo lo que digo es que le echéis un ojo a la sociedad ahí afuera y luego, si hay huevos, me llevéis la contraria cuando defiendo que esto es un rollo evolutivo”, tercia S.R.M., tenso en su asiento, cruzándose de brazos, a la defensiva. “La locura de fuera, a un millón de estímulos por segundo, te saca de la fiesta a la mínima si te emperras en centrarte en una mierda sola, en algo concreto. Ese estado de las cosas ya se acabó, ¿no? Es lo que digo. Sois los demás los que habéis caducado. En las tres horas que habéis pasado viendo esa puta peli aburridísima, o leyendo, o lo que sea, la historia os ha adelantado, os ha pasado de largo, ha vuelto y otra vez se os ha puesto por delante. ¿Es que no os dais cuenta? ¿Así quién coño va a mantener el ritmo? Intercambias mensajes mientras lees y miras las noticias y cotilleas… chafardero y generador de contenidos. El contenedor. Para los contenidos. Claro. El armario es algo así como un contenedor. Lo que pasa es que te puedes ir de la pinza si te dejas llevar demasiado por el sifón este de la historia. Tiene que haber un lastre. Un San Severo. Siente a un San Severo a su mesa. Echad raíces, tíos, aunque sea una sola pero gorda. Y malota. Malota es mucho mejor. Echad una raíz gorda y malota y ya la historia será vuestra y que el déficit de respuesta, o lo que carajo sea, haga lo suyo para fundiros con el mundo”.

Mañana, como cada martes, S.R.M. asistirá a clase en el centro de Formación Profesional de su distrito llevando consigo la metáfora de un cordón umbilical que le unirá a un mártir paradójico encerrado en un armario; el único patrón sensato y, para él, mensurable, en un tapiz sociocultural confeccionado a base de espirales clotoides que se cruzan y se superponen sin orden ni concierto pero sí con un propósito. El miércoles que viene, el chico volverá a reunirse con San Severo y le hablará de nosotros; lo promete. Es más que probable que para la siguiente sesión, la del viernes, ya nos haya olvidado.

(Maelstrom)

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