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Gil de Biedma (Imprescindibles - La 2, 11/04/14)

'El devorador de calabazas' (Penelope Mortimer). Una mujer en la perplejidad

Penelope Mortimer narra en ‘El devorador de calabazas’ una relación de pareja tormentosa, para la que se basa en su agitada historia personal

‘El devorador de calabazas’
Penelope Mortimer
Traducción de Magdalena Palmer
Impedimenta, 2014
240 páginas. 19,95 euros
Una mujer, la señora Armitage, analiza su comportamiento frente a un médico con el que empieza a tratarse tras una crisis nerviosa; explica al especialista que su marido –un guionista de éxito- es rico, pero en su casa, sin embargo, “todo está lleno de polvo”. La paciente expresa su preocupación por minucias domésticas, pero pronto asoma por la conversación un problema de mayor trascendencia: Jake, el esposo, no quiere tener más hijos; ella, que ya cuenta con unos cuantos, también de anteriores parejas, desea aumentar la familia. Esa tensión entre lo cotidiano o lo anecdótico, a menudo impregnado de un cierto delirio, y la dolorosa profundidad que esconden esas situaciones están muy presentes en ‘El devorador de calabazas’, la novela de Penelope Mortimer que publica Impedimenta; un relato, contando de manera amable, del desgarro íntimo de una mujer en busca de sí misma y del tormentoso funcionamiento de una pareja, en el que no es difícil adivinar, por la cantidad de paralelismos que existen entre la peripecia de la protagonista y la biografía de la autora, que Mortimer estaba desnudando su corazón en estas páginas.

En la ficción, el padre de esa mujer a la deriva vaticina que el matrimonio propiciará que ese espíritu inquieto se asiente finalmente: “con esta chica fracasamos. No cabe duda, fracasamos. Ya es hora de que coja el timón de su vida con mano firme. Y me da que usted es el tipo con quien por fin lo conseguirá”. Pero ese augurio no se cumplirá: esa discreta felicidad de los hogares despreocupados no es algo que el destino reserva ni a la señora Armitage con Jake ni a la escritora con el que sería su segundo marido, John Mortimer. (Aquí habría que detallar el agitado recorrido sentimental de la novelista, que se casó primero con un periodista, Charles Dimont, con el que tendría dos hijas; otras dos niñas nacerían de dos relaciones fuera del matrimonio; con Mortimer la descendencia se prolongaría con un hijo y una hija). ‘El devorador de calabazas’ describe, entre diálogos brillantes que hacen deliciosa la lectura, una relación enfermiza y malsana, marcada por las infidelidades, las discusiones y las traiciones, como un barco que atraviesa aguas encrespadas y que ninguno de los tripulantes quiere abandonar. “Debió de ser entonces, creo”, cuenta la voz de la protagonista, “que Jake y la vida se confundieron y se volvieron inseparables”. El hombre dormido ya no era accesible, ya no era querible. Aumentó monstruosamente y se transformó en el cielo, la tierra, el enemigo, lo desconocido.

Una carta (Eudora Welty)

A los editores de ‘The New Yorker’, 15 de marzo de 1933

Caballeros:

Seguramente les interesen más los juegos de prestidigitación que leer mi solicitud de empleo para trabajar en su revista, pero, así son las cosas: uno no puede tener siempre lo que más desea.

Tengo veintitrés años y llevo seis semanas desocupada en Nueva York. Sin embargo, a lo largo de todo un año, entre 1930 y 1931, cuando asistía a mis clases de publicidad en la Escuela de Negocios de Columbia, fui una auténtica neoyorquina. La verdad es que soy sureña, de Misisipi, el estado más atrasado de la nación. Mis otras ramificaciones incluyen a Walter H. Page (1), quien, desgraciadamente para mí, ya no tiene relación con Doubleday-Page, que, por otro lado, ya ni siquiera sigue siendo Doubleday-Page. En 1929, con toda facilidad, me licencié en inglés en la Universidad de Wisconsin. He pasado los últimos dieciocho meses languideciendo en la oficina de una emisora de radio en Jackson, Misisipi, escribiendo cuñas de continuidad, obras dramáticas, anuncios de comida de animales, parlamentos de Santa Claus y comedias para anunciar seguros de vida, en la actualidad, lo he dejado todo.

La literatura de la primera mitad del siglo XIX. La poesía romántica. José de Espronceda

Nació en 1808 en la provincia de Badajoz. Estudió en Madrid, y pronto mostró interés por la política y por la literatura. En los seis últimos años del reinado de Fernando VII vivió en Portugal, Inglaterra y Francia. En esta época inicia sus relaciones amorosas con Teresa Mancha y persevera en sus actividades políticas. A su vuelta a Madrid, en 1833, se produce el triunfo del Romanticismo en España, y Espronceda abandera un Romanticismo liberal exaltado. Sus últimos años son muy agitados: desarrolla una actividad política incesante que lo aproxima a posiciones republicanas; lo abandona su amante, cuya muerte prematura en 1839 le produce un intenso pesar que expresa en su poema “Canto a Teresa”; es elegido diputado en 1842 e, inesperadamente, muere ese mismo año.

La personalidad de Espronceda es prototípica del romántico: rebelde, impetuoso, turbulento, exaltado, liberal… Fue ya muy conocido en su tiempo y terminó por convertirse en el personaje más representativo del Romanticismo español.

En su obra poética se produce una clara evolución que permite dividirla en varias etapas:

- Poesía de corte neoclásico.

Se corresponde con sus textos juveniles. La obra más destacada de este período es ‘El Pelayo’, intento inacabado de poema épico.