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Redacción un día sin alcohol (Lucía Delgado Jiménez)

Estoy tumbada en una camilla del hospital mientras los médicos me hacen pruebas de asma. Recuerdo la última vez que estuve aquí… Fue aquel 12 de diciembre.

Estaba arreglado para ir a la fiesta de Marta con mi hermana Daniela que tenía 15 años, yo acababa de cumplir los 18. Ya arregladas nos subimos al coche, antes mamá nos dijo: No lleguéis tarde y tener cuidado, no corras, que ya sabes como están las cosas y sobre todo, no bebáis.

- Que sí mamá. Dije.

Al llegar a la fiesta me separé de mi hermana, pasaba de estar con ella y las enanas de sus amigas. Marta trajo vodka con piña, mi preferido, y no podía resistir y empecé a beber y a beber en exceso. En cambio, Daniela recordó las palabras de mamá y no probó ni una sola gota de alcohol, la gente le ofreció de todo, pero ella mantenía su promesa. En cambio yo, bebía y bebía con mis amigas sin hacerle caso a mi madre. No se que me pasó, probé un poco y no me supe controlar, la fiesta proseguía y la gente se divertía. Daniela no probó ni una sola gota de alcohol. Sin más eran las 3, ya era hora de volver, cogí el coche poco segura, había bebido mucho y tenía miedo, las manos me temblaban, Daniela en cambio, se sentía orgullosa de si misma.

Ya estamos llegando, sólo quedan 2 kilómetros, se me quita el miedo. Estoy dando la curva y de repente, unas luces no me permiten ver, una de la fiesta que había bebido en exceso se acerca hacia nosotras, yo mareada por el alcohol, no sé controlar la situación. Quito las manos del volante y abrazo a mi hermana, cierro los ojos y cada vez noto como se acerca más y más...

Abro los ojos e intento salir del coche como pueda, veo mi sangre en el asfalto y el dolor me está matando, oigo voces que dicen: estas chicas van a morir. Por fin, la ambulancia, apenas tengo fuerzas para respirar. Me despierto en el hospital; al lado tengo a mi hermana, me sonríe y me coge de la mano, me dice que me tranquilice, que pase lo que pase, estaremos juntas, se me saltan las lágrimas, me siento culpable de que mi hermana esté tan débil, ella fue responsable y no bebió y por mi culpa está así. Escucho una máquina que toma las pulsaciones de mi hermana, cada vez más despacio. Me agarra de la mano con fuerza y cierro los ojos; la maquina hace un “piiiiii” largo y mi hermana me suelta la mano. Mis lágrimas caen, se fue, la perdí. Y todo por culpa del alcohol.

Desde ese día me hice una promesa: “No volver a probar nada de alcohol”. Por mi culpa murió lo más grande que tenía en mi vida, mi hermana. Nunca olvidaré ese día, que mucha gente piensa que el alcohol es un refugio contra la tristeza. Pero tiene dos caras, y de un día para otro puede arruinarte la vida. Nunca me lo perdonaré.

A día de hoy tengo 23 años y no he vuelto a probar el alcohol, sólo quiero decirles que cuidado, que valoren lo que tienen y que sean responsables.

Aquí les dejo la historia que marcó mi vida y me hizo ver las cosas de diferente manera. Día a día, echo de menos a mi pequeño bicho, la querré esté o no. Porque pequeña, eres muy grande, hasta siempre hermana.

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