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'Breve historia de mi vida' (Stephen Hawking). La vida completa de Stephen Hawking

(A. Montés - La Opinión de Málaga)
El autor de 'Breve historia del tiempo' comparte con los lectores confesiones íntimas y sus reflexiones personales

El genio, en primera persona. El físico relata en su autobiografía cómo su enfermedad incurable espoleó su carrera. El libro, editado por Crítica, permite al interesado asomarse a otro universo del que hasta ahora había investigado el genio, el suyo, el personal. Desde su niñez en el Londres de la posguerra a sus años de fama internacional: una existencia llena de obstáculos y superaciones




La temprana amenaza de la muerte espoleó a Stephen Hawking hacia una carrera científica memorable tanto por sus aportaciones como por las condiciones personales en las que se desenvuelve su protagonista. En 'Breve historia de mi vida' (Crítica), su autobiografía, este físico, que hoy es un icono de la ciencia y que en 1989 recibió el premio Príncipe de Asturias de la Concordia, cuenta cómo el diagnóstico de la esclerosis lateral amiotrófica (ELA), incurable y que incapacita de forma progresiva a quien la padece, le hizo comprender que "la vida vale la pena y que quieres hacer muchas cosas".

El título de esta autobiografía la vincula con la 'Breve historia del tiempo', el libro con el que en 1988 consiguió un éxito editorial sin precedentes para una obra dedicada a una materia de la aridez y complejidad de la cosmología. La popularidad de aquel libro, del que se vendieron diez millones de ejemplares en todo el mundo, lo animó a "transmitir a la gente la sensación de que no tiene por qué quedarse al margen de las grandes cuestiones intelectuales y filosóficas". Hawking sigue fiel a su norma de que cuantas más fórmulas figuren en sus libros menor será el número de lectores al que lleguen, y en las 150 páginas en las que cuenta su vida sólo incluye una.

- Einstein.

Con una contribución científica menos decisiva, la popularidad de Hawking es equiparable a la de Einstein. De hecho, sus compañeros de colegio le pusieron el sobrenombre de quien hace ya casi un siglo cambió por completo nuestra comprensión del universo a aquel niño desgarbado, bastante torpe, nacido un 8 de enero de 1942 -"exactamente trescientos años después de la muerte de Galileo"- que aprendió a leer tarde y al que su padre trató de alejar de las matemáticas porque sólo podían conducirlo hacia una carrera docente. El joven que con 17 años, tres menos que el resto de sus compañeros, ingresó en Oxford para estudiar Física se percató de que allí "la actitud preponderante era muy contraria al trabajo". En Cambridge, el tiempo holgado de la vida estudiantil y de las expectativas intactas se truncó para Hawking cuando su constacación de que "cada vez era más patoso" desembocó en el dignóstico de una ELA. "Dado que no sabía lo que me iba a ocurrir ni a qué velocidad avanzaría la enfermedad, me sentía perdido. Los médicos me dijeron que regresara a Cambridge y que continuara con la investigación que acaba de empezar sobre relatividad general y cosmología". Superó su postración inicial para comprobar que "aunque una nube se cernía sobre mi futuro, para mi sorpresa, disfrutaba de la vida". Su primera gran aportación, sobre las singularidades de los agujeros negros -cuya existencia cuestiona ahora, de forma sorprendente para sus colegas- empezó con lo que él llama "un momento eureka en 1970..., mientras me iba a la cama". La tecnología le permitió lidiar con la progresiva incapacidad, agravada por las secuelas de una neumonía que lo puso a las puertas de la muerte, pero por encima del auxilio tecnológico que le permite mantener una conexión con sus congéneres, está la buena disposición de Hawking ante el mundo, el humor con que encara obstáculos que para muchos se habrían vuelto insalvables.

El libro se cierra con un balance personal: "Puedo estar satisfecho con mi vida. Me he casado dos veces y tengo tres preciosos hijos con talento. He tenido éxito en mi carrera científica: creo que la mayoría de los físicos teóricos estarían de acuerdo en que mi predicción de la emisión cuántica desde los agujeros negros es correcta, aunque no me haya valido ningún premio Nobel, porque es muy difícil completarla".

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