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'El Greco. Historia de un pintor extravagante' (Fernando Marías). "Su independencia lo llevó a la soledad y a la insolidaridad"




Fernando Marías, comisario de la exposición que reúne en Toledo casi 130 obras del artista cretense, acaba de reeditar un estudio ('El Greco. Historia de un pintor extravagante', Ed. Nerea) que barre la imagen "bienintencionada pero errónea" generalizada acerca de la obra y la personalidad de El Greco. Marías no sólo documenta "que estaba perfectamente formado antes de llegar a España", sino que, lejos del ascetismo castellano, era un hombre "orgulloso que despreciaba a sus colegas".

- ¿Cómo se conforma esa imagen tan equivocada?

- A principios del XX cambia la sensibilidad y urge sacarlo de los pozos de la locura donde lo desterraron. Se asume que sus imágenes patéticas y personajes demacrados nacen de una religiosidad casi enfermiza, como la de Santa Teresa o San Juan de la Cruz. No se conocía su trabajo en Grecia o Italia, y lo hecho aquí se conoce a través de barnices amarillentos, fotografías en blanco y negro e imitadores malos. Hoy sabemos que no hablaba bien español, no era religioso y era un polemista que pleiteaba con sus clientes.

- ¿Cómo se refleja ese carácter en su pintura?

- En la voluntad por distanciarse de lo que hacen los demás, de ir más allá y ningunearlos en cierto modo. Se empeña en hacer algo propio, aunque sea con elementos ajenos, como las composiciones que toma de Durero o los 'homenajes' a Tiziano o Miguel Ángel. Es muy independiente, lo que le lleva a la soledad y la insolidaridad.

- Dice que cultivó esa excentricidad para poder cobrar más por sus obras.

- Es un empresario que paga salarios pero presupuesta mal y pretende que se le tase más alto. Los españoles no están acostumbrados a sus precios y regatean, pero él se vende como un pintor extranjero con un estilo muy personal que funde el arte de los venecianos, los bizantinos o Miguel Ángel y que creaba retablos que no se veían aquí buscando la originalidad, la variedad y la complejidad, tres palabras que aparecen siempre en sus anotaciones.

- Nadie entiende bien lo que hace y es problemático, pero no le faltan encargos.

- Sí, pero le hacen uno y ya. La catedral le encarga 'El expolio' y ni uno más, y Felipe II niega el altar de El Escorial a su 'Martirio de San Mauricio'. Aprecian su calidad, pero no cumple las expectativas religiosas. La Iglesia más institucional le niega grandes encargos como el monasterio de Guadalupe o las bóvedas de El Escorial. El reconocimiento de sus virtudes religiosas es también de 1900, cuando la sensibilidad de la Iglesia cambia y se acerca más a la de la gente corriente. Trabaja para parroquias pequeñas y su círculo de amigos.

- ¿Qué le diferencia del resto de los pintores de la época, de los que sí gustaban?

- Le gustan las cosas bellas y los colores saturados, y en Toledo no hay nada de eso. La pintura era muy convencional. Además de su pasión por inventar, destaca la calidad en el tratamiento de la luz, de las sombras y el color, así como una galería de personajes muy específicos. Aunque pueda parecer naturalista, su pincelada es suelta y evidencia que sus cuadros no son espejos, sino una creación hecha con la mano y con la cabeza. Representa una realidad muy vital, muy movida, pero también crea esos mundos de lo imaginario y lo invisible.

- ¿Qué influencia tiene en los artistas posteriores?

- Tiene discípulos, empezando por su hijo, menos malo de lo que se ha querido pensar. También interesó mucho a Velázquez. Luego ya en el XIX y XX cada pintor se aproxima a su obra como quiere.

(Irache Bernal, Ideal)

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