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'Lionel Asbo. El estado de Inglaterra' (Martin Amis). Pisando charcos



No ha debido de ser fácil para Martin Amis ser hijo de Kingsley Amis (1922-1995). Por variados motivos. Abordar una carrera literaria cuando tu padre es uno de los escritores más relevantes de tu tiempo requiere de coraje: ¿dirán que le imitas en vano?, ¿dirán que no le llegas ni a la suela del zapato?, ¿dirán que te aprovechas del prestigio del apellido? Martin tuvo la determinación y el valor, y dio en la diana doblemente al primer disparo: su primera novela, 'El libro de Raquel' (1973), ganó el Premio Somerset Maugham, el mismo que, en 1954, había ganado su padre con 'La suerte de Jim', su debut como narrador.

No parece que el éxito del hijo despertara grandes entusiasmos en el padre. Al contrario, reticencias y bromitas. ¿Celos? Kingsley, una celebridad, iba a su bola, y tropezando con los muebles. Mujeriego y bebedor compulsivo, había engañado a la madre de Martin, Hilary Ann Bardwell, con la novelista Elizabeth Jane Howard, con la que se casó en 1963. Este segundo matrimonio duró casi 20 años, pero también acabó en divorcio. Martin ha dicho que fue Elizabeth Jane Howard -fallecida, por cierto, la semana pasada-, y no su padre, quien lo impulsó hacia la literatura al recomendarle la lectura de Jane Austen.

Kingsley Amis, comunista en su juventud, fue derivando hacia la derecha política y suscitó polémicas con sus opiniones antisemitas. Martin Amis lleva años provocando discusiones -dentro y fuera de sus libros- por sus puntos de vista sobre cuestiones como los crímenes estalinistas ('Koba el Temible') o el islamismo radical, a los que se ha enfrentado con virulencia. No acostumbra a rehuir el debate mediático, dedicando parte de sus energías a aclarar lo que él considera malas interpretaciones de su pensamiento.

En su libro autobiográfico 'Experiencia' (2000), Martin se extiende sobre las difíciles relaciones con su padre. Existe también una biografía de Richard Bradford, muy discutida, que hurga en las tensiones familiares y establece parecidos y diferencias. Las infidelidades -pactadas, al parecer- arruinaron su primer matrimonio con la profesora Antonia Phillips (dos hijos). Como expresamente cuenta en 'Experiencia', Martin, antes de casarse, tuvo una aventura fugaz de la que nació su hija Delilah, a la que no trató ni conoció hasta casi sus 20 años, y que ya le ha hecho abuelo por partida doble.

Martin Amis nació en Swansea (Gales), en cuya universidad su padre -que luego daría clases en Estados Unidos- era profesor. Martin también ha sido profesor de escritura creativa en los últimos años en la Universidad de Manchester. Tras pasar por el colegio sin aprovechamiento, estudió, como su progenitor, en Oxford, y durante años se dedicó al periodismo en el suplemento cultural del 'Time' y en el semanario 'New Statesman'.

Autor de ensayos políticos y literarios, y también de cuentos, Martin Amis ha publicado 13 novelas en 30 años. El momento cumbre de su carrera como narrador llegó con su cuarta novela, 'Dinero' (1984), su obra maestra, feroz crítica de la corrupción moral y la ambición por la pasta durante el 'thatcherismo'. 'Campos de Londres' (1989) y 'La información' (1995) prolongaron una especie de trilogía londinense que no pocos consideran como el período dorado de Amis, escritor sometido siempre a un minucioso escrutinio en busca de su declive o de sus puntos flacos. El renovado realismo de Amis y su brillantez formal, unidos a su facilidad comunicadora, levantan recelos dirigidos, finalmente, a desplazar su obra hacia un postmodernismo de menor fuste del que querría aparentar un confeso seguidor de Dickens, Bellow y Nabokov.

Dedicado al ensayo durante seis años, está claro que pasaron cosas -crisis, reflexión, recolocamiento, relanzamiento, todo a la vez- entre mediados de los 90 y comienzos del nuevo siglo, cuando Amis volvió a la novela con 'Perro amarillo' (2003).

En 1995 murió su padre, Kingsley Amis, a quien Martin había conseguido situar bajo el cuidado de su primera mujer (su madre) y su tercer marido. En 1995 Martin Amis rompió sonadamente con su agente de toda la vida, Pat Kavanagh, para ponerse en manos del 'Chacal' Andrew Wylie. Eso le costó, entre otras cosas, la amistad con Julian Barnes, esposo de Kavanagh. He visto fotos de una fiesta de Anagrama en la que ambos vuelven a aparecer juntos al lado de Jorge Herralde. Amis se divorció de Antonio Phillips y se casó, en 1996, con la escritora neoyorkina ('Vínculo', 2009) de origen uruguayo Isabel Fonseca, con la que tuvo dos hijos en los tres años siguientes. Con Fonseca, hija y hermana de relevantes artistas plásticos, Amis se fue a vivir a Uruguay durante casi tres años, finalizando ese alejamiento de Inglaterra en 2006. Actualmente, los Amis-Fonseca tienen casas en Nueva York, Uruguay y el barrio londinense de Candem.

En 2000 falleció, a los 46 años, Sally, la hermana pequeña de Amis. Juntos pasaron una temporada en España con su madre, de niños, tras el divorcio de sus padres. La muerte de Sally afectó mucho a Martin, para quien su hermana había sido un constante quebradero de cabeza. La hija de Kingsley Amis inició muy pronto una deriva por las drogas, el alcoholismo y la promiscuidad sexual que destruyó su vida y su salud. Tuvo una hija -que dio en adopción- tras un único encuentro con un vagabundo al que conoció en un albergue social en el que ella había buscado acogida. Martin Amis recreó la figura de su hermana en su novela 'La viuda embarazada' (2006), cuyo sentido -según testimonio expreso del escritor- se centra en los riesgos de la revolución sexual de una generación que Sally -como él mismo- encarnó.

El humor y la sátira social -de Kingsley a Martin, marca de la casa- vuelven a estar presentes, y de manera despiadada, en 'Lionel Asbo. El estado de Inglaterra', la última novela de Amis, recién publicada, como siempre, en Anagrama. Un panorama terrible del extrarradio londinense. Un adolescente, Des, que quiere hacer algo de provecho -aparte de acostarse con su joven abuela-, guiado por Lionel, su tío, una bestia parda, carne de prisión. Y la Lotería. Real. Brutal.

(Manuel Hidalgo, El Mundo)

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