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'La fuga del maestro Tartini' (Ernesto Pérez Zúñiga). Pérez Zúñiga en el filo de la navaja


La vida del maestro Giuseppe Tartini y su época inspiran la nueva novela de Ernesto Pérez Zúñiga

Ernesto Pérez Zúñiga, autor al que sigo desde que leí 'El juego del mono', ha escrito con 'La fuga del maestro Tartini', ganadora del XXIV Premio Torrente Ballester, una novela muy equilibrada en la forma y que posee la virtud de hallarse justo en el fijo de la navaja. Trata de una especie de rememoración que el maestro Giuseppe Tartini, el afamado músico conocido por 'El trino del diablo', realiza de su vida.

Hasta aquí, nada de particular. Lo que sucede es que Tartini, o así lo ha querido ver Pérez Zúñiga, es un adelantado a su tiempo, un tapado romántico en época de pelucas. Cuando el canon clasicista era incuestionable, Tartini se convirtió -quizá por su existencia aventurera, por el tema de su obra más conocida, o por el virtuosismo del instrumento que le hizo célebre, el violín- en un correlato menos trágico, todo hay que decirlo, de Evgeni Onegin, pero en el que late un inmenso afán de trascendencia.
Novelar épocas fronterizas no es tarea fácil porque se corre el riesgo de que cierta idea poco verosímil, anacrónica, se enseñoree del argumento. Pérez Zúñiga, que es avezado narrador, ha resuelto el problema recurriendo a una segunda voz, que actúa al modo de segundo Tartini, y que nos cuenta aspectos familiares y cuitas amorosas que no sabe ni el propio músico.

- Juego literario.

Esa segunda voz habla continuamente del paso del tiempo, argumento real de la novela y parte inherente, además, del juego literario, pues las referencias llegan hasta la actualidad. Por ejemplo, uno de los pasajes comienza con "Call me Tom Waits...".

Es esta una ambigüedad esencial y hace que la obra no tenga nada que ver con una aproximación a la vida de Tartini ni sea una novela de corte histórico sobre el final del siglo XVIII. Lo que ha impulsado a Pérez Zúñiga es asistir en cierto modo a ese momento en que el límite se diluye y aparece lo fáustico, el camino hacia la inmensidad propia de la querencia romántica. Para ello tiene que haber atracción por el abismo, cierto, pero no olvidemos que estamos ante un personaje perfilado a lo Onegin y que esa querencia quedaría incompleta sin la pasión por antonomasia del siglo, la pasión amorosa; en este caso, en la figura de Elisabetta Premazore.

- Qué es la obra de arte.

En la obra de Pérez Zúñiga se agazapa siempre algo que parece no tener nombre o, por lo menos, límites precisos. El tema que trata oculta siempre otra intención. En esta novela, Tartini es criatura fascinante y Ernesto Pérez Zúñiga, autor fascinado; pero detrás de esa pasión por un personaje existe otra, más profunda: la de intentar explicar, y explicarse, qué es la obra de arte y su ligazón inextricable con el tiempo.

(Juan Ángel Juristo, ABC)

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