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La prosa lírica de Juan Ramón Jiménez a la luz de una nueva edición (Rogelio Reyes Cano)


La sostenida y apasionada entrega de Juan Ramón Jiménez al quehacer literario en verso a lo largo de toda su vida ("Amor y poesía cada día") ha podido dejar en segundo plano ante los ojos del público lector el altísimo valor de su obra en prosa, una de las más originales y brillantes de nuestra modernidad. Juan Ramón fue un escritor "total" que cultivó tanto el verso como la prosa con deslumbrante maestría, y en esta última forma de elocución alcanzó calidades poco frecuentes en la España de su tiempo, con haber sido aquél un momento pródigo en prosistas de altos vuelos. Sin embargo, su imagen de gran artífice de la prosa apenas si ha trascendido más allá de contados ambientes académicos y literarios. Con excepción de 'Platero y yo', libro de alcance general reconocido sin discusión como verdadera obra maestra y tenido como texto canónico en todo el mundo hispánico, pocos serán los lectores ajenos a los citados ambientes que estén familiarizados con sus restantes obras prosísticas, que fueron muchas y de muy diversos registros, tanto en el dominio de la prosa lírica, en la que alcanzó sus más altos logros, como en la prosa crítica, mucho menos conocida pero que cultivó con profusión y es singularmente apreciada por los estudiosos de su obra, y en la prosa aforística, que sólo hemos descubierto en toda su dimensión pocos años atrás gracias a una excelente edición de Antonio Sánchez Romeralo (1).

El conocimiento cabal de la riquísima prosa juanramoniana plantea dificultades análogas -sólo que en mayor medida- a las que la crítica ha venido encontrando para la fijación y edición de su obra en verso. La proverbial obsesión revisora del poeta y la conciencia de provisionalidad con que escribía sus textos (2); su recurrente empeño por preparar borradores que muy pronto serían a su vez sustituidos, en reiterada operación de reescritura, por otros con supuesta voluntad -raramente cumplida- de permanencia; su tendencia a acumular versiones diferentes de un mismo original a veces sin indicaciones cronológicas expresas; la adscripción de un mismo texto a títulos distintos... son escollos que encontramos también a la hora de determinar con certeza la disposición y límites de sus libros en prosa, a los que Juan Ramón prestó menos atención editorial que a los de verso. En el curso de su vida sólo dos de ellos -'Platero y yo' y 'Españoles de tres mundos'- vieron la luz como tales libros, si bien bastantes fueron parcialmente publicados en periódicos y revistas. Los demás quedaron inéditos, y en muchos casos sin definición precisa en la que fundarse para llevar a cabo una posible edición. Más que textos cerrados dispuestos para la imprenta, lo que por lo general encontramos son proyectos de libros, esbozos o borradores que en el mejor de los casos van acompañados de leves indicaciones que a veces se solapan o contradicen con otras halladas en cualquiera de los muchos papeles sueltos que dejó el poeta. Todo esto ha añadido complejidad a los intentos de publicación, no siempre afortunados, que se han ido sucediendo a partir de los años sesenta. De ahí la escasez de ediciones verdaderamente filológicas con las que podemos contar. Títulos como 'Elejías andaluzas', 'Por el cristal amarillo', 'El andarín de su órbita', 'La colina de los chopos', 'El trabajo gustoso', 'Con el carbón del sol'..., con los que el lector puede estar familiarizado por haberlos hallado en el mercado editorial, sólo dan cierta idea de la verdadera dimensión y excelencia de la prosa de Juan Ramón, pues más que libros en sentido estricto tal como fueron concebidos por el autor, son con frecuencia auténticas selecciones que en un primer momento pueden confundir a quien se acerca a ellas con propósito filológico y crítico. Por lo general se han respetado los títulos sugeridos por Juan Ramón pero no siempre el contenido, la estructura y los límites con que tales libros fueron ideados. Hay que reconocer, sin embargo, en favor de quienes en su día acometieron esa labor, y muy especialmente del poeta moguereño Francisco Garfias, el mérito de haber puesto al alcance del gran público importantes muestras de esa prosa, abriéndonos por primera vez los ojos a un valioso material al que entonces no habríamos podido acceder por otro camino.

Sólo en fechas muy recientes hemos visto ya algunas ediciones de libros aislados hechas con criterios más técnicos y profesionales (3). Pero dada la extensión y complejidad de la prosa juanramoniana, se pensó muy razonablemente que la mejor forma de acometer su edición global sería sin duda el trabajo en equipo. Tal iniciativa surgió dentro del grupo de investigación de la Universidad de Valladolid coordinado por los profesores Javier Blasco y Teresa Gómez Trueba, quienes ofrecieron una primera propuesta de reconstrucción de la prosa lírica (4). Esta propuesta fue debatida en el Congreso de la Rábida de diciembre de 1996 que, bajo el título 'Juan Ramón Jiménez prosista', reunió a diversos estudiosos para afrontar los problemas textuales y editoriales del amplio material inédito o insuficientemente editado. Sus conclusiones (5) fueron el punto de arranque para la edición de la obra en prosa que acaba de salir a la luz bajo la coordinación de los dos citados profesores vallisoletanos (6) y a la que hoy es necesario acudir para conocer el verdadero alcance de la riquísima prosa lírica del poeta de Moguer. Muchos de los integrantes del amplio equipo que se ha responsabilizado en esta obra de la reconstrucción de los distintos libros participamos en aquel congreso rabideño que ha hecho viable la culminación de un proyecto tan sugestivo. Otros se incorporaron posteriormente a la tarea movidos por aquella misma ilusión. El tiempo dirá si, como creemos, estamos en el buen camino.

- Primeros textos.

El interés de Juan Ramón por la escritura en prosa surgió en sus mismos años juveniles en paralelo con su producción en verso. Siendo todavía un adolescente en formación en la Sevilla del "fin de siglo", cuando en teoría estaba cursando estudios universitarios y de pintura pero en verdad pasaba la mayor parte de su tiempo leyendo en los pupitres del Ateneo o conversando con los literatos que lo frecuentaban, sintió por vez primera la emoción de ver su firma en letras de molde en algunos periódicos de provincia. Unas veces bajo los renglones de sus versos, y otras al pie de sus primeros textos en prosa. No se ha localizado hasta el momento el poema "Andén", que fue, según el propio escritor, el primer poema en prosa que él compuso y que se publicó en 'El Programa' de Sevilla en 1898. "Hablabla -le dijo a Guillermo Díaz-Plaja- de una loca que esperaba siempre en un tren cualquiera a un hijo que nunca había tenido". Sí conocemos, en cambio, el texto "cartas de mujer", un relato de aire sensiblero que vio la luz en el citado periódico en diciembre del mismo año; y también "Riente cementerio", en el 'Diario de Córdoba' de diciembre de 1899, que anticipa los sentimientos luminosos de aquellos cementerios neoyorquinos del 'Diario de un poeta recién casado'.

Desde esos inicios juveniles su labor de creación en prosa fue una constante que nunca se interrumpió y que llegó a su más alta expresión cuando al final de su vida (1956) decidió prosificar buena parte de su obra en verso dentro de 'Leyenda', uno de sus muchos proyectos "definitivos" de edición selectiva de su obra que él nunca llegaría a ver impreso (7). Semejante iniciativa estaba reflejando su opción final por una forma de escritura natural y sencilla, ligera de artificio, que quería acercar sus versos a la andadura más libre y desembarazada de la prosa como signo de madurez poética y personal. Entre los primeros poemas de sus años sevillanos y esta voluntad testamentaria de 'Leyenda' que cierra su ciclo vital, Juan Ramón despliega un complejo entramado de libros de prosa que ofrece muy variados registros.

Un primer grupo genéricamente conocido como 'Primeras prosas' (con cuatro libros titulados 'Hojas doloridas', 'Glosario de Helios', 'Palabras románticas' y 'Paisajes líricos') fue escrito entre los últimos años del XIX y los primeros del nuevo siglo y responde, como ha subrayado Javier Blasco, a una estética paralela a la de sus versos de entonces y a la misma temática de aire simbolista que alimentó su cosmovisión de poeta que aún no había consolidado su propio lenguaje: "la misma concepción espiritualista de la vida; la misma rebeldía frente a una idea de progreso [...]; la misma insistencia en el análisis del dolor, de la enfermedad y la marginación" (8). Y habría que añadir también el placer de la tristeza, el gusto por los jardines melancólicos y por el mundo del sueño, y un cierto irracionalismo que se opone algo enfáticamente a la supuesta racionalidad burguesa que rompe la magia de la vida. El discurso prosístico revela todavía la carga retórica propia de sus primeros versos: un léxico convencionalmente "literario" y una sintaxis demorada puesta al servicio de la ensoñación que recuerda el aire estetizante de la prosa valleinclanesca. Repárese en este fragmento dedicado a la muerte de la esposa de su amigo el Dr. Luis Simarro, el médico vinculado a la Institución Libre de Enseñanza que acogió a Juan Ramón en el Sanatorio del Rosario de Madrid y más tarde en su propia casa. El dolor del poeta por tan grave pérdida aparece idealizado, envuelto en una escenografía que le da un tono de irrealidad de inequívoca extracción literaria:

"La pobre Mercedes ha muerto... Se está poniendo el sol viejo, y los campos mudos tienen para consuelo del alma su dureza de granito y la penumbra humosa y violeta de sus montañas en sombra. Cada montaña guarda una nostalgia de cosas tristes y antiguas, hazañas de la patria, melancólicas flautas de pastores de otros tiempos. Y la aldea, que mira al valle, muestra el silencio de las tapias de sus corrales, sus paredes sin ventanas, sus tejados con humo idílico y azul. Las mujeres estarán al otro lado, sentadas en las puertas, a la sombra de las añosas moreras, esperando la vuelta de los rebaños.

El camposanto de la aldea, humilde y lleno de rosas del campo, se hunde bajo la estrella de la colina, en el misterio alumbrado de oro de la luna nueva. La pobre Mercedes ha muerto... desde el regazo de la tierra madre, a lo lejos, desde ese cementerio grande y frío y húmedo de la ciudad, ¿ha venido una tristeza en el aire de la tarde? Mi corazón se llenó también de niebla y de espinas cuando aquellos ojos se cerraron para siempre. La muerte le quitó la vida en ese lejano campo rosa, y ella, una flor con aroma, una piedad con música, una resignación con santas sonrisas, una ternura con lágrimas, se fue a no sé dónde, a la hora en que viene la sombra, cuando los parques se cierran y se duermen en la bruma..." (1903) (9).

- Los libros de Moguer.

En 1905 Juan Ramón dejó Madrid y se marchó a Moguer, donde permaneció hasta 1911, año en que, agobiado por la monotonía de la vida del pueblo, la decadencia económica de su familia y la nostalgia de un ambiente literario que colmara sus necesidades de creador, volvería de nuevo a la capital de España, donde prácticamente permanecería hasta su voluntaria salida a su definitivo exilio en agosto de 1936. A lo largo de esos seis años el poeta fue escribiendo numerosos poemas en prosa agrupados en su intención final bajo libros distintos: 'Baladas para después', 'Ausencia', 'Odas libres', 'Amor y dolor', 'Elejías', 'El pastor herido', 'Ascensión,', 'Oasis ciudadano', 'Ayeres para después', 'Flechas de mi voz' y 'K.Q.X.', en prosa, editados bajo el enunciado general de 'Poemas en prosa I, II y III'. Su temática es variada y su cronología bastante desigual, pues junto a poemas de los citados años de Moguer hay otros que pueden ser de los años cuarenta. De todos esos libros podemos destacar 'Baladas para después', anunciado por Juan Ramón en 1908 pero que nunca publicó en vida. Ofrece la novedad de la balada en prosa como género lírico de altos vuelos, producto de la voluntad experimentalista del poeta, que en esta modalidad alcanzó calidades sobresalientes. Sin abandonar del todo el tono doliente y melancólico de sus primeras prosas, su empalagoso sentimentalismo se amortigua y atempera por el uso de nuevas técnicas expresivas (el paralelismo, las repeticiones formales...) que agilizan el discurso.

Pero su mejor prosa lírica de su etapa moguereña la hallaremos en el conjunto de libros que él quiso en algún momento englobar bajo el epígrafe general de 'Elejías andaluzas'. En él se ubican 'Platero y yo', 'Josefito Figuraciones', 'Entes y sombras de mi infancia' y 'Piedras, flores y bestias de Moguer', todos ellos destinados a la recreación de su vida de niño en su pueblo nativo. 'Platero y yo', su obra más universal, suscitó en su tiempo (la primera edición es de 1914) encendidos elogios, aunque no faltarán tampoco, ya en los años 30, las pullas de los poetas "impuros" y de los jóvenes surrealistas, como el Alberti de 'El burro explosivo' (1936), auténtica parodia del famoso "personaje" juanramoniano. Contrariamente a lo que suele creerse, 'Platero' no fue un libro inocente concebido como lectura infantil. Por el contrario, detrás de su aparente intrascendencia hay una intención de signo ideológico que es obligado poner en relación con el ideal regeneracionista de los hombres de la Institución Libre de Enseñanza y sobre todo de Ortega y Gasset, para quien Juan Ramón representaba el arquetipo del poeta moderno que con su obra podría contribuir al enriquecimiento cultural y espiritual del pueblo español, abandonado por una clase dirigente interesada y obtusa que vivía ajena a la España "real". Imbuido de ese espíritu, Juan Ramón, sin renunciar a su exigente imperativo lírico, hace discurrir ante los ojos del lector la vida diaria de un pueblo de Andalucía, con sus encantos y sus miserias, su depurada belleza y sus irritantes desigualdades sociales. Todo un retablo de situaciones, una variedad de escenas que revelan también por parte de su autor un innegable compromiso ético y hasta una decidida actitud de denuncia. Y ello en una prosa nueva, fresca, llena de color, delicada y en ocasiones irónica, moldeada con maestría, y adaptada, como bien se ha dicho, "a los movimientos líricos del alma". Una prosa mucho más moderna y audaz, mejor modulada que la de sus libros anteriores y libre ya de su almibarado lastre "literario".

- Los "Libros de Madrid".

Uno de los conjuntos más significativos de la prosa juanramoniana es el integrado por los que él llamó 'Libros de Madrid', cuya reconstrucción sigue planteando no pocos problemas. En la citada edición de 2005 se propone convincentemente su división en ocho textos: 'Madrid primero', 'Sanatorio del retraído', 'Un león andaluz', 'Un vasco universal', 'Cerro del viento', 'Colina del alto chopo', 'Soledades madrileñas' y 'Madrid posible e imposible'. Escritos aproximadamente entre 1914 y 1928, todos ellos tienen, aun dentro de su diversidad, elementos de unión suficientes para que el poeta pensara en publicarlos alguna vez bajo un solo título general. En mayor o menor medida, casi todos los poemas aluden a experiencias autobiográficas vividas por Juan Ramón en Madrid, tanto en sus primeros contactos juveniles con la capital en el arranque del nuevo siglo, como en los largos años en que a partir de 1912 vivió en ella de manera permanente. Primero sus recuerdos infantiles, cuando en la conciencia del niño Madrid era sólo un lugar ensoñado, "Como un Moguer mayor, con muchas torres, lejano, inasequible, misterioso, vacío...". Más tarde, los años de su estancia en el Sanatorio del Rosario y en la casa del doctor Simarro; y después, tras su larga estancia en Moguer, su etapa en la Residencia de Estudiantes, primero en la calle Fortuny y luego en los altos del Hipódromo, en la mítica "colina de los chopos". Un Madrid donde Juan Ramón se siente plenamente realizado en su condición de poeta junto a los grandes intelectuales modélicos a los que él admira: Don Francisco Giner, protagonista del libro 'Un león andaluz'; o el médico Nicolás Achúcarro ('Un vasco universal'). En ellos reconoce a esa minoría activa y heroica que lucha casi en solitario por la regeneración moral de España. Y al trazar sus semblanzas y elogiar sus tareas, se siente solidario de una empresa común, de un mismo cometido ético. Los "Libros de Madrid" traslucen mejor que otros el optimismo intelectual y vital de aquella feliz etapa de su existencia, aunque en ocasiones hagan también su aparición un agudo sentimiento de soledad -verdadera constante en el temperamento "romántico" y personalista de Juan Ramón- y una dialéctica entre un Madrid soñado y un Madrid odiado. A diferencia de la de otros escritos anteriores, su prosa adquiere ahora un aire narrativo que embrida su marcada tendencia al lirismo y a la intimidad. Sin perder la proverbial elegancia de sus formas y su capacidad para sugerir, despliega una mayor capacidad discursiva y analítica de gran valor documental. Son textos que a su alta calidad expresiva añaden, pues, una función testimonial de primer orden para entender la España de entonces. Síntesis genial entre talento literario y agudeza crítica y sin duda una de las cimas de la prosa española del siglo XX.

- Retratos líricos.

A lo largo de buena parte de su vida Juan Ramón fue escribiendo en prosa los "retratos" o "caricaturas" líricas de numerosos personajes de la vida cultural española e hispanoamericana que terminó editando parcialmente en 1942 bajo el título general de 'Españoles de tres mundos'. Allí estaban desde Goya, Larra o Bécquer hasta los todavía jóvenes poetas y artistas del 27 como Lorca, Guillén, Alberti, Cernuda o Dalí. Y también los grandes artistas y escritores del "fin de siglo" (Darío, Unamuno, Machado, Valle-Inclán, Albéniz...), los filósofos y pensadores (Giner, Manuel B. Cossío...), hasta un total de 255 retratos, escritos en su mayoría entre 1914 y 1940 como homenaje a esa aristocracia espiritual del arte y del pensamiento con la que él identificaba la aspiración a una España mejor. Su discurso prosístico, más complejo y elaborado que en otras ocasiones, adquiere, como reconoce la crítica más solvente, calidades excepcionales. Según declaró el propio Juan Ramón, no es prosa "de invención literaria" sino atendida y derivada de la personalidad del retratado, lo que en cada caso suponía un complicado ejercicio de depuración estética.

- "Viajes y sueños".

También fueron muchas las vacilaciones del poeta a la hora de dotar de contenido a otro proyecto prosístico de gran alcance, al que titularía "Viajes y sueños" y que en algún momento definió en sus papeles manuscritos como "un conjunto de recuerdos y recuerdos de sueños [...] Sin división en partes [...] Sin exactitud de sitios ni fechas...". Sueños suscitados por sus desplazamientos, concepto este último que él no parece entender en su estricto sentido itinerante, como si se tratase sólo de fugaces experiencias externas (pues en algunos de los lugares vivió de manera continuada) sino más bien de profundas experiencias íntimas asociadas a determinados espacios físicos o mentales, tal como confesó a Juan Guerrero en 1931: "... tengo otro libro en prosa de "Viajes y sueños", donde están los viajes reales y los ilusorios escritos en esa forma de sueño subconsciente que luego ha creado Joyce, pero que ya verá usted en mis borradores de aquella época, hace quince años" (10). Ambos términos, pues ("viaje" y "sueño"), han de entenderse como dos nociones estrechamente relacionadas entre sí, dos claves verbales de una experiencia única en la que las referencias viajeras (topónimos, marcas de desplazamientos físicos, fechas, paisajes, escenarios urbanos...) se decantan y estilizan por el cauce de la memoria onírica. Tal sucede, por ejemplo, con la recreación lírica de Sevilla en el libro del mismo nombre, o de las hondas sensaciones granadinas ('Olvidos de Granada'), o de su dulce encuentro con Puerto Rico ('Isla de la simpatía').

- Libros sueltos.

Más allá de todos estos proyectos unitarios, hay que contar también con varios libros sueltos a los que Juan Ramón no parece ubicar bajo ningún enunciado general. Todos tienen en buena medida un trasfondo personal y autobiográfico trascendido por una idea de elevación poética. Así sucede con 'Ala pensativa', texto breve en el que el autor muestra su compasión y su deseo de salvar del olvido a esos pequeños seres desvalidos y desamparados que viven en su recuerdo ("El griego triste", "Ciegos de Madrid", "El gorrioncillo", "El viejecito portugués"...). En 'Edad de Oro' los protagonistas son los niños, con los que Juan Ramón se identifica en su paraíso de la inocencia: "La mendiguilla", "La niña. Solita, de Salinas", "La niña muerta"...). 'Cuentos largos', escrito entre 1913 y 1927, es un libro de reflexión literaria asentada sobre pequeños núcleos narrativos que no se desarrollan en toda su virtualidad. 'Crimenes naturales', ya tardío (1936-1954), y 'Recuerdos', aluden a sucesos vividos que el poeta considera dignos de más hondas reflexiones. Y lo mismo 'Recuerdos de Mamá Pura', ideado como homenaje póstumo a su madre, muerta en 1928. Por último 'Espacio', un largo poema-libro en prosa publicado por Juan Ramón en su versión íntegra en 1954 en la revista 'Poesía española', nos ofrece una dramática apelación a su conciencia en fuga y viene a ser su verdadero testamento poético.

Y en el conjunto de su prosa lírica no hay que olvidar tampoco los textos de 'Diario de un poeta recién casado' (1917), que conviven con los poemas en verso y en cierta manera complementan diferencialmente su mensaje. En su aire narrativo y referencial, aunque sin renunciar a su autoexigencia estética, ofrecen al lector una "documentación" de la vida de Norteamérica que contrasta con el tono casi elíptico y siempre íntimo de aquéllos. La condición híbrida de ese libro angular en su trayectoria nos revela que Juan Ramón cultivó siempre la prosa lírica en paralelo con su creación en verso, como dos opciones de una misma actitud ante el lenguaje estimulada por su permamente afán de belleza. Y tal vez haya que decir lo mismo de su prosa crítica, desde su curso sobre el Modernismo, dictado en 1953 en la Universidad de Puerto Rico, hasta sus agudos escritos sobre "Poesía cerrada y poesía abierta", "El romance, río de la lengua española", y otros, en los que mostró una capacidad para la reflexión literaria y una finura interpretativa ciertamente excepcionales. Pero el análisis de esta otra dimensión de su prosa y también el de su rica producción de aforismos desbordaría los límites de este artículo. Quédense, pues, para otra nueva ocasión.

Recapitulando lo dicho hasta ahora sobre su prosa lírica, podría concluirse que es mucho lo que en estos últimos años se ha hecho para arrojar luz sobre el complejo corpus textual de Juan Ramón Jiménez. Y que no es poco lo que aún queda por completar, una vez que conozcamos en toda su extensión los riquísimos fondos de la Sala Zenobia y Juan Ramón de la Universidad de Puerto Rico. Pero la apasionante tarea de poner en claro tan ingente producción ha dado pasos muy sustantivos, el último de los cuales ha sido sin duda la muy reciente edición de Espasa-Calpe. Gracias a ella los lectores de lengua española tienen ahora más fácil acceder a sus libros de prosa poética, editados y en muchos casos auténticamente reconstruidos con un criterio unitario y gran rigor filológico. Y puede que para muchos conocedores de la obra en verso de Juan Ramón suponga también descubrir por vez primera el deslumbrante universo lírico que se encierra en los textos de uno de los más grandes prosistas de toda la historia literaria española.

(Notas):

(1) Juan Ramón Jiménez, 'Ideolojía', Barcelona, Anthropos, 1990.

(2) "Mi ilusión -dijo en una nota manuscrita en 1952- sería poder corregir todos mis escritos el último día de mi vida, para que cada uno participase de toda ella, para que cada poema mío fuera todo yo. Como esto no puede ser, empiezo a mis 71 años, ¿por última vez? esta corrección". Tomo la cita de Juan Ramón Jiménez, 'Leyenda (1896-1956)', ed. de Antonio Sánchez Romeralo, Madrid, Cupsa, 1978, p. XI.

(3) Podríamos citar, entre otras, las ediciones de 'Españoles de tres mundos' (1987), de Ricardo Gullón; 'Entes y sombras de mi infancia' (1997), de Arturo del Villar; 'Un andaluz de fuego (Francisco Giner de los Ríos)' (1998), de María Jesús Domínguez Sío; 'Selección de prosa lírica' (1990), de Javier Blasco Pascual; 'Libros de Madrid' (2001), de José Luis López Bretones; 'Olvidos de Granada' (2002), de Manuel Ángel Vázquez Medel; 'Sevilla' (2002), de Rogelio Reyes Cano; 'Primeros poemas' (2003), de Jorge Urrutia Gómez; y las de 'Platero y yo' de Michael Predmore (1966, 1990 y 1998), Jorge Urrutia (1997), Francisco López Estrada (1984), Richard Cardwel (1988) y Antonio Gómez Yebra (1992).

(4) 'Juan Ramón Jiménez: la prosa de un poeta', Valladolid, Grammalea (1994).

(5) Javier Blasco Pascual y Teresa Gómez Trueba (ed.), 'Juan Ramón Jiménez prosista', San Juan del Puerto, Fundación Juan Ramón Jiménez, 2000. En este Congreso presentaron ponencias sobre los libros en prosa de Juan Ramón: Antonio Sánchez Triegueros ('Primeras Prosas'), Howard T. Young ('Josefito Figuraciones' y 'Platero y yo'), María Pilar Celma Valero ('Entes y sombras de mi infancia'), Richard A. Cardwel ('Piedras, flores y bestias de Moguer'), María Jesús Domínguez Sío ('Viaje y sueño'), José María Naharro-Calderón ('Guerra en España' y 'Vida y muerte de mamá Pura'), Manuel Ángel Vázquez Medel ('Olvidos de Granada'), Rogelio Reyes Cano ('Sevilla'), Graciela Palau de Nemes ('Vida'), Teresa Gómez Trueba ('Libros de Madrid'), José Ramón González ('Ala compasiva'), Germán Gullón ('Edad de Oro'), Antonio Piedra ('Cuentos largos'), John C. Wilcox ('Crímenes naturales'), Almudena del Olmo Iturriarte ('Espacio') y Mercedes Juliá ('Tiempo'). Y leyeron comunicaciones relacionadas con diferentes aspectos de la prosa de Juan Ramón: Carmen Alfonso Segura, Amelina Correa Ramón, Luis Llerena Baizán, José Miguel Morales Llamas, Juana Pérez Romero y Ana Recio Mir.

(6) Juan Ramón Jiménez, 'Obra poética, II (Prosa)', ed. de Javier Blasco Pascual y Teresa Gómez Trueba. Madrid, Espasa-Calpe, 2005.

(7) Y que publicó A. Sánchez Romeralo: Juan Ramón Jiménez, 'Leyenda (1896-1956)', Madrid, Cupsa, 1978.

(8) Javier Blasco, "Introducción" a Juan Ramón Jiménez, 'Selección de prosa lírica', Madrid, Espasa-Calpe, 1990, pp. 23-24.

(9) Juan Ramón Jiménez, 'Glosario de Helios', en 'Obra poética, II', p. 57.

(10) Juan Guerrero Ruiz, 'Juan Ramón de viva voz', pról. y notas de Manuel Ruiz-Funes Fernández, Valencia, Pretextos, 1998, I, p. 233.

('TURIA. Revista Cultural', nº 77-78, Marzo-Mayo 2006, ed. Instituto de Estudios Turolenses de la Diputación de Teruel)

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