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Regoyos y la Generación del 98


Un artista y su tiempo: una mirada literaria a un pintor único en España

La melancolía que le producía el contexto social español, tan desfavorable respecto al europeo, estuvo presente en las obras de Regoyos. El pintor conocía muy bien el escenario de otros países. En 1879 viajó, por primera vez a Bruselas, acompañando al músico Fernández Arbós. Su estancia allí se prolongó durante varios años.

De sus viajes por Europa, a Regoyos le quedaron innumerables recuerdos y la amistad con algunos creadores singulares. Al belga Émile Verhaeren, lo conoció en 1881. Años más tarde, cuando el poeta se encontraba en una especial situación anímica, puesto que había fallecido su padre, Regoyos le invitó a visitar España. El escritor llegó el 18 de junio de 1888 y se marchó el 29 del mes siguiente. Durante ese tiempo, ambos decidieron realizar un viaje por tierras españolas, tomaron apuntes literarios y dibujos de las escenas que veían.
Las vivencias de este recorrido, fueron publicadas por Verhaeren en la revista belga 'L'Art Moderne', dirigida por Octave Maus. Los textos aparecieron bajo el título común de 'Impressions d'Artiste'. Fueron recibidos por Regoyos mediante suscripción de la revista, y posteriormente organizados por él mismo, para formar el libro 'España negra'. Parece que su papel literario fue más activo de lo que en un principio pudiera pensarse. Y el título se vinculó, ya para siempre, a la pesadumbre y la desazón sobre la que reflexionaron los miembros de la Generación del 98.

Junto a la visión cosmopolita, dado su conocimiento de la pintura europea, Regoyos, paradójicamente, ahondó, durante una época, en una visión melancólica y desolada de las tierras españolas. Fue un creador que compartió la problemática planteada por la Generación del 98. De mayor edad que Unamuno, Machado, Azorín o Baroja, fue valorado de forma especial por ellos.

Azorín lo defendió siempre, comentando que en su pintura existía una "profunda, dulce y graciosa ingenuidad". Curiosamente, el concepto de Generación del 98 fue acuñado en unos artículos escritos por Azorín en 1913, el mismo año de la muerte del pintor.

El retraso, la decadencia, la soledad de los pueblos, el trabajo de la mujer, especialmente en el medio rural, se reflejó en un sentimiento de dolor que pervivió en muchas de las obras de Regoyos. La imagen de mujeres vestidas de negro, de la cabeza a los pies, son frecuentes. Ellas son el trasunto de las tapadas, las cobijadas de Véjer de la Frontera y de Tarifa, en la provincia de Cádiz, o de Mojácar, en Almería; las tapadas de 'manto y saya' de Marchena o de la provincia de Toledo. Costumbres anacrónicas de muchos pueblos, que, en algunos casos pervivieron, oficialmente hasta 1923, cuando fueron prohibidas por la República, porque la invisibilidad del individuo era susceptible de enmascarar actos delictivos.

Dos son los escritores de la Generación, con los que la estética de Regoyos encuentra afinidades especiales, Azorín y Baroja. El primero intenta comprender la vida y reflejarla en sus letras desde lo cercano, lo cotidiano y lo irrelevante, porque esto contiene para él la 'fuerza misteriosa del Universo'.

Regoyos, igualmente, tomará para sus obras escenas cotidianas y acontecimientos de la vida sencilla. Estos asuntos representados en pequeño formato, pensados para pintar al aire libre, harán que su pintura sea calificada por Unamuno de "franciscana".

Azorín comparaba a Pío Baroja con el pintor y decía: "De Regoyos a Baroja, de unos a otros paisajes, del pictórico al literario, no hay más que un paso" (1). Sabido es que Baroja fue un observador de aguda mirada, escrutó la realidad que le rodeaba, impregnado de un profundo pesimismo. Quizá el lugar común donde se encuentran el autor descarnado de 'La busca' y el creador de 'España negra' es ese sentimiento de áspera desolación ante la vida. Pero ambos encontraron otra emoción que compartir. En paralelo a la ternura por los seres desvalidos que se encuentra en la obra de Baroja, está presente el sentimiento de afecto y discreta admiración con la que pinta Regoyos el trabajo de la mujer, situada generalmente en un papel secundario, ante el protagonismo absoluto del paisaje.

Pío Baroja, en 1924, siempre exigente en sus juicios, dibujó un digno semblante del pintor: "A principios de siglo, en el año 1901 ó 1902 (...) conocí a Darío de Regoyos. (...) Tenía una mezcla de ingenuidad y de alegría, una cara jovial y sonriente".

"(...) Sentía un profundo desdén por todo lo pomposo. Era un anarquista de la pintura, (...) un panteísta, un admirador ingenuo de la Naturaleza. Si hubiera podido expresar esta admiración con palabras o con notas musicales, lo hubiera hecho igual".

"(...) En Regoyos se veía la espiritualidad por encima de la técnica, como se ve en los pintores impresionistas buenos".

(Notas):

(1) Regoyos, Darío; Verhaeren, Émile. 'España negra'. Prólogo de Pío Baroja. Barcelona, Terra Incógnita, 1899. P. 11.

(Lourdes Moreno, directora artística del Museo Carmen Thyssen, Málaga Hoy)

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