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Moscú-Petushkí (Venedikt Eroféiev). Esperpento ruso en la era de Breznev

(Alfonso Vázquez - La Opinión de Málaga)
Un obrero del tendido de cables viaja borracho en tren tras ser despedido por enviar a sus jefes unos gráficos en los que busca correlaciones entre la productividad de sus compañeros y su consumo de alcohol.

La editorial Marbot publica Moscú-Petushkí, la obra maestra del escritor ruso Eroféiev, prohibida durante la dictadura comunista. Un tragicómico viaje en tren al delirium tremens lleno de ritmo y fuerza que el autor escribió mientras trabajaba en el tendido de cables telefónicos, ocupación del protagonista de la obra.

La leyenda del santo bebedor, En el camino o Bajo el volcán son algunos de los títulos más insignes de la literatura alcohólica. Sin embargo en pocas novelas la ingesta de alcohol ha tenido una presencia más constante, turbadora y al mismo tiempo esperpéntica que en "Moscú-Petushkí", del autor ruso Venedikt Eroféiev (1938-1990), que ahora publica Marbot ediciones.

Las circunstancias de escritura y publicación de la obra son también muy novelescas. Al igual que el protagonista del libro -de igual nombre y apellidos que el autor- Eroféiev, hijo de una víctima de las purgas estalinistas, escribió la obra en 1969 mientras trabajaba en el tendido de cables telefónicos en Sheremiétievo. Dada la cruel sátira del texto, no logró los parabienes oficiales para ser publicado y sólo circuló en manuscritos mecanografiados, aunque pronto se ganó el favor de los lectores extranjeros y pudo ver por fin la luz en Jerusalén en 1973.

El propio autor advierte al comienzo de la obra de que, en una segunda edición del libro -pues la primera sólo constó de un ejemplar-, retiró página y media de insultos de uno de los capítulos dado que estos párrafos de descalificaciones centraban demasiado la atención de los lectores, sobre todo de los más jóvenes.

Cierta o no esta temprana supresión, Moscú-Petushkí es un brillante espejo deformado de los tiempos de Leónidas Breznev. Un divertido, insolente y sobrecogedor camino de iniciación hacia el delirium tremens, escrito en primera persona, que comienza con el protagonista, cargado de alcohol hasta las cejas, tomando el tren en Moscú con destino a Petushkí, una localidad a 120 kilómetros de la capital rusa. Salvando todas las distancias, estamos ante una suerte de Luces de bohemia soviética y ferroviaria, un esperpento valleinclanesco en el que las brumas alcohólicas empapan toda la realidad, hasta volverla según el color de lo que se bebe.

Eroféiev logra perfilar un bebedor inolvidable, en la línea de los grandes personajes caricaturizados hasta el extremo por la literatura rusa. Su tragicómica figura se ve potenciada porque en Petushkí le espera la mujer de sus sueños, un ensueño etílico de borracho enamorado con el que a su llegada al destino se tendrá que enfrentar. La novela está dividida en las estaciones por las que pasa el tren. El mayor logro del escritor ruso es haber conseguido escalonar la locura alcohólica del protagonista sin abandonar en ningún momento un tono eufórico y esperpéntico, bastante cómico, al que no nos tiene muy acostumbrado este tipo de literatura etílica, que muchas veces prefiere tirar por el drama. Esperpénticos son también los pasajeros de este viaje a ninguna parte con el que el autor desea que el lector, lejos de observar el paisaje, se centre en el paisanaje de un país sin futuro, porque como asegura uno de los personajes de la obra "Hay que respetar la oscuridad del alma ajena y mirar en esa oscuridad aunque allí no haya nada, aunque sólo haya porquería. Da igual: mira y respeta, mira y no escupas...".

1 comentario:

  1. No me extraña que en Antequera no se lea. En cuanto a los talleres literarios impartidos por "escritores antequeranos", sólo puedo mostrar mi asombro ante la osadía de algunos al autoproclamarse profetas de la cultura. Esos talleres, por lo general, son infumables y absurdos.

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