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Tarántula (Thierry Jonquet). Entró en el comedor... [Entrega 12]

Entró en el comedor para hacerse una tortilla. Se la comió en la misma sartén, rebañando los residuos viscosos de huevo crudo. Luego jugó a los dardos, pero no tardó en cansarse de ir y volver después de cada lanzamiento para recuperar los proyectiles. Había también un flipper, que llevaba una semana estropeado.
Puso la tele. Dudó entre ver una película del Oeste en FR3 o un programa de variedades en la primera cadena. La película contaba la historia de un bandido que se había convertido en juez tras haber aterrorizado a todo un pueblo. El tipo en cuestión estaba chiflado, andaba por ahí acompañado de un oso y tenía la cabeza en una posición extraña, inclinada hacia un lado: el bandido juez había sobrevivido a un intento de ahorcamiento... Alex quitó el sonido.

Él había visto en una ocasión a un juez, uno de verdad, con la toga roja y esa especie de cuello de piel blanco que se ponen. Fue en el Palacio de Justicia de París. Lo había llevado Vincent para que asistiera al juicio de una causa criminal. Vincent, el único amigo de Alex, estaba un poco loco.

Ahora, Alex se encontraba en un buen lío. En una situación como ésta, pensaba, Vincent habría sabido qué hacer... ¿Cómo salir de ese agujero sin que lo pillara la poli? ¿Cómo utilizar los billetes, que seguro que estaban registrados? ¿Cómo salir del país y desaparecer hasta que se olvidaran de él? Vincent hablaba inglés, español...

Además, para empezar, Vincent no habría metido la pata de una forma tan tonta. Habría previsto la presencia del poli, la existencia de esa cámara oculta en el techo que había grabado las hazañas de Alex. ¡Y qué hazañas! La irrupción en la sucursal gritando, el revólver apuntando al cajero...

A Vincent se le habría ocurrido estudiar los movimientos de los clientes habituales de los lunes, sobre todo a ese poli, que siempre tenía el mismo día libre y entraba a las diez en el banco para sacar dinero antes de ir de compras a Carrefour. Vincent se habría puesto un pasamontañas, habría disparado contra la cámara... Alex llevaba un pasamontañas, pero el poli se lo había quitado. Vincent se habría apresurado a cargarse a ese tipo que había querido hacerse el héroe. Puestos a matar...

Pero Alex —paralizado de estupor por un instante, una fracción de segundo, antes de tomar la decisión: hacer fuego en el acto— se había dejado sorprender. Alex había sido herido en el muslo, Alex había escapado arrastrándose, chorreando sangre, cargando la bolsa llena de billetes. ¡Sí, por supuesto que Vincent habría salido mejor parado!

Pero Vincent ya no estaba allí. Nadie sabía dónde se había metido. ¿Habría muerto? En cualquier caso, su ausencia había resultado desastrosa.

Sin embargo, Alex había aprendido. Tras la desaparición de Vincent, había trabado amistad con gente que le había facilitado documentación falsa y ese escondite perdido en la campiña provenzal. En los casi cuatro años transcurridos desde la desaparición de Vincent, Alex había cambiado por completo. La granja de su padre, el tractor y las vacas quedaban muy lejos. Lo habían contratado de vigilante en un club nocturno de Meaux. Los sábados por la noche, sus enormes manazas a veces causaban estragos entre los clientes borrachos y pendencieros. Alex llevaba trajes elegantes, lucía un gran anillo, tenía coche..., ¡casi se había convertido en todo un señor!

A fuerza de dar palos por cuenta ajena, había llegado a la conclusión de que, después de todo, no estaría nada mal hacerlo por la suya propia. Alex había dado palos a diestro y siniestro, una y otra vez. A altas horas de la noche, en París, en los barrios selectos, a la salida de los clubes, de los restaurantes... Una auténtica cosecha de carteras más o menos abultadas, montones de tarjetas de crédito, muy prácticas para pagarse su nuevo vestuario, ahora considerable.

Con el tiempo, Alex se hartó de dar palos tan fuerte y tan a menudo para obtener un rendimiento que, en resumidas cuentas, era ridículo. Si daba un buen palo una sola vez en un banco, nunca más tendría que hacerlo en toda su vida.

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