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Romper silencios

(Ada Castells - La Vanguardia)

Clásicos al día.- Magistral relato de Dostoievski sobre el hastío y la incomunicación en el matrimonio


Fiódor Dostoievski: La dulce
Traducción de Gonzalo Gómez Montoro y Bienvenida Sánchez Sánchez
Funambulista. 128 páginas. 10 euros
La faja que han editado los de Funambulista como reclamo para este Dostoievski es simple y clara: “Una pequeña obra maestra”. Si hubieran tenido una vocación preventiva hubieran podido añadir: “No apta para lectores que están a punto de casarse” porque si algo es este relato es una historia aterradora sobre lo que puede llegar a ser un mal matrimonio. Dicho esto, no nos esperemos encontrar peleas ni malos tratos ni infidelidades –al menos, no muchas– sino incomunicación y desigualdad. Y es que el matrimonio es entre una chica desvalida de 16 años y un militar fracasado de 50, convertido en usurero para su vergüenza y tormento de sus clientes.

Quien nos lo narra es él y lo que se respira es desconcierto. El hombre no entiende nada de nada y se inquieta ante su incapacidad de complacer a la doncella elegida, rescatada al vuelo de la pobreza y la avaricia de dos tías solteras. Tener un narrador tan asustado no es fácil porque los lectores tampoco acabamos de saber qué pensar y esa es la grandeza del maestro ruso. Nos deja con la posibilidad de que interpretemos que el marido es un pobre enamorado que no se merece ese destino o que lo juzguemos como un malvado aprovechado que ha hecho imposible la vida de su tierna esposa. No hay juicio definitivo, sólo un hecho trágico que nos va revelando a medida que leemos.

Dostoievski escribió este relato justo después de Los demonios y lo publicó en el número de noviembre de 1876 en Diario de un escritor. Escrito a modo de monólogo, lo que aún exagera más la sensación de autenticidad y desesperación dramática. ¿A quién se dirige, el desventurado marido? ¿A un juez? ¿A los vecinos? ¿A nosotros? En el posfacio de esta edición, el traductor Gómez Montoro relaciona el antihéroe con el narrador de las celebradas Memorias del subsuelo. Bien se trata de almas torturadas, muy siglo XIX.

Leyéndolo desde nuestro tiempo, la cuestión que más cautiva en esta lectura es el silencio de la mujer. De hecho, la obra tiene sólo tres personajes: el hombre angustiado, una criada que hace de secundaria a la sombra, y la esposa, callada, pero con unos silencios que se matizan a partir de las descripciones de sus sonrisas, de sus ojos cerrados, de sus caras de estupor. No la oímos –o raramente–, pero sí la vemos, sobre todo al principio, luego queda anulada por la vida matrimonial. Pobre dulce criatura o, bien mirado, pobres todos, porque no son capaces de romper esos silencios vitales y sólo un gran drama, definitivo, puede hacer estallar este chorro de palabras convertido en un gran relato.

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