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Las mujeres en la vida de Elena Poniatowska



Nada más saber que había ganado el Premio Cervantes, Elena Poniatowska dedicó su triunfo a las mujeres. Nació princesa en París, pero sus simpatías siempre las ha dirigido hacia los oprimidos: los pobres, los indígenas, los estudiantes, las sirvientas. Y si acaso sufrió alguna discriminación fue por su condición femenina en el ámbito periodístico y literario de mediados del siglo XX en México.

"Siempre se ha sentido un poco abandonada por los círculos literarios de la élite", afirma el biógrafo de Poniatowsa, Michael K Schuessler. Dedicó sus días a ser reportera y creyó en la necesidad de hacer libros útiles para su país, lo cual hacía exclamar a Carlos Fuentes: "Mira a la pobrecita de la 'Poni', ya se va en su 'vochito' (un Volkswagen Escarabajo) a entrevistar al director del rastro", según explica el autor de 'Elenísima' (2009).

Poniatowska está convencida de que "las mujeres son las grandes olvidadas de la historia", y de que "los libros son la mejor forma de rendirles homenaje", como declaró la esritora mexicana a este periódico. Por eso les ha dedicado muchas de sus historias: "Su obra gira en torno a una figura concreta: la de una mujer que a causa de su vitalidad y dinamismo atrae sobre sí la mirada inquisitiva de los agentes del orden social", describe el crítico Juan Bruce-Novoa, de la Universidad de California.

También por eso le llena de orgullo el ser la primera en subir al púlpito del Paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares a recibir el premio más importante de la literatura en español ataviada con su traje bordado por las indígenas de Juchitán (Oaxaca). La vida y obra de Elenita, como la llaman algunos, ha estado marcada por la presencia de las grandes mujeres.

- La madre.

Paulette Amor (1908-2001) nació en París, en el seno de una familia de clase alta que había abandonado México antes de estallar la Revolución. Su verdadero nombre era Dolores, "pero sus papás se dieron cuenta de que el nombre Dolores de Amor tenía ciertas connotaciones ginecológicas y obstétricas, y como su padre era Pablo, se le quedó Paula y como vivían en Francia, Paulette", escribe Poniatowska en el diario mexicano 'La Jornada'.

Al poco de casarse con el príncipe polaco Jean Poniatowsi, estalló la Segunda Guerra Mundial. El aristócrata se marchó al campo de batalla y Paulette ingresó en un cuerpo de ambulancias de la Cruz Roja. Ayudó a muchos heridos hasta 1942, cuando huyó a México con sus dos hijas, Elena (1932) y Kitzia (1933). Su tercer hijo, Jan (1947), murió a los 21 años en un accidente automovilístico.

Impulsada por su hija mayor, Paula Amor publicó sus memorias en un libro titulado 'Nomeolvides' (1996). Así lo narra la autora en la introducción dirigida a Elena: "Después de la muerte de Jan, llegaste un día con tu inseparable libreta. En tono perentorio me dijiste:

- Mamá, cuéntame tu vida.

Un poco desconcertada (porque siempre me desconciertas) te respondí:

- No sé por dónde empezar, no es tan fácil.

- Entonces, escríbela.

He aquí la razón de estas memorias momentáneas".

- Las tías maternas.

Las Amor eran todas mujeres de abolengo con inclinaciones artísticas. Inés Amor fundó la primera galería de la Ciudad de México, donde exhibió la obra de artistas como Diego Rivera, Frida Kahlo y José Clemente Orozco. Pero la más excéntrica fue la tía Pita, una poeta altiva que enloqueció tras la muerte de su único hijo.

"Sé que tu tía Pita Amor te prohibió usar tu segundo apellido", recuerda la escritora Guadalupe Loaeza en una carta abierta a Poniatowska. "Te decía con una voz con mucha autoridad: 'No te compares a tu tía de fuego, a tu tía de lava. Yo soy la reina de la tinta americana y tú eres una pinche periodista". Con todo y las injurias, la 'Poni' le dedicó a Pita un capítulo en su libro 'Las siete cabritas' (2000), sobre mujeres destacadas en la cultura mexicana.

- Las artistas.

En el mismo libro, Poniatowska escribió sobre las pintoras Frida Kahlo y María Izquierdo, y las escritoras Rosario Castellanos, Elena Garro y Nellie Campobello, a quienes entrevistó y conoció de cerca. Mujeres fuertes, creativas, rebeldes y adelantadas a su época, que siempre fascinaron a la escritora.

A Leonora Carrington le dedicó un libro entero. Se conocieron en 1954, cuando la artista considerada como la última surrealista ilustró el primer libro de Poniatowska: 'Lilus Kikus'. La biografía novelada 'Leonora' (2011) surgió de las múltiples charlas sostenidas entre ellas en más de medio siglo, y de la gran admiración personal que la Premio Cervantes sentía por la pintora y escultora británica-mexicana.

Poniatowsa dedicó una década a indagar en la vida de Tina Modotti, la fotógrafa italiana revolucionaria que inspiró la novela 'Tinísima' (1994). Aquel libro le costó la amistad con el Nobel mexicano: "Octavio Paz estuvo enojado conmigo durante diez años porque hice esa novela. Me dijo que cómo dedicaba tiempo a una comunista, pero no me detuve a pesar de su furia", contó la escritora a la BBC, cuando recibió el premio Alfagura de novela por 'La piel del cielo' (2001).

- Las sirvientas.

Elena Poniatowska aprendió la lengua de Cervantes gracias a las sirvientas que la atendieron de niña. Recién llegada a México de París, su madre la inscribió en una escuela inglesa. Magdalena Castillo fue la joven nana de provincias que le enseñó a pronunciar bien el castellano.

Otra mujer de clase humilde que marcó su obra fue Josefina Bórquez, una lavandera que había sido soldadera en la Revolución mexicana. Le contó su vida a Poniatowska en una serie de entrevistas realizadas en una vecindad de la Ciudad de México. La escritora la convirtió en Jesusa Palancares, la protagonista de 'Hasta no verte Jesús Mío' (1969), novela galardonada con el Premio Mazatlán de Literatura.

"Me impresionó mucho por su valentía y su dignidad. Y su manera de hablar, su oralidad, era hermosa. Todo lo que decía resultaba muy poético", contó Poniatowska al diario argentino 'La Nación'. "Era muy especial. Recuerdo que cuando salí de su choza, pensé: 'Si todos los mexicanos fueran como ella, estaríamos salvados'".

(Eugenia Coppel, El Mundo)

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