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La literatura del siglo XVIII. El teatro



Ramón de la Cruz refleja en sus obras la vida madrileña. 'Feria en la plaza de la Cebada', de Manuel de la Cruz (1750-1792)
Como en la prosa y en la poesía, durante la primera mitad del siglo XVIII perdura el teatro posbarroco. Pero ya no hay innovaciones de importancia, sino que se tiende a la mera imitación o a la fácil refundición. El estilo y los personajes quedan estereotipados, y se acentúa y exagera la aparatosidad escénica. Así, junto a comedias de santos, comedias de bandidos o comedias costumbristas, tienen gran éxito las comedias de capa y espada y de enredo al estilo de las del siglo anterior, las comedias de magia (género preferido por el público, en el que abundan los efectos escénicos sorprendentes, con encantamientos, monstruos y otros motivos disparatados) y las comedias heroicas, muy estimadas por los espectadores por su intriga, las abundantes aventuras y los lances guerreros, todo ello potenciado también con una escenificación muy llamativa.

El teatro neoclásico hubo de combatir el popular teatro barroco, que es el que tenía las preferencias del público. Los ataques a este teatro comenzaron a ser frecuentes desde mediados de siglo. Como se consideraba el espectáculo teatral un magnífico cauce para la difusón de los nuevos ideales, desde el poder se apoyaron expresamente las iniciativas tendentes a su reforma y se prohibió la representación de autos sacramentales y de comedias de santos y de magia. No obstante, la reforma tropezó con serios obstáculos: las compañías teatrales y los ayuntamientos se oponían porque el teatro barroco gozaba del favor popular y les producía beneficios económicos, y también los actores y actrices principales se mostraron reacios al nuevo teatro, ya que los papeles que habían de representar no les permitían lucirse. Poco a poco, sin embargo, las obras ilustradas ocuparon las carteleras teatrales, aunque los géneros dramáticos de mayor aceptación del público no fueron los propiamente neoclásicos, la tragedia y la comedia, sino el sainete y la comedia sentimental.

El sainete es una pieza teatral breve de carácter cómico que se representaba en los entreactos de las obras mayores. Es continuador del entremés, del que, sin embargo, se aparta en los tipos y recursos utilizados. En su intención de acercamiento a la realidad, el sainete dramatiza situaciones extraídas de la vida cotidiana y coloca en escena personajes característicos de la época, lo que hace de él un precedente de la moderna comedia burguesa de costumbres. Pero el carácter cómico y popular de estas piezas breves les atrajo la oposición de los defensores del Neoclasicismo. El sainete ponía en cuestión la tajante división de los géneros y distraía al público en los entreactos, con lo que propiciaba su dispersión y, consiguientemente, hacía más difícil alcanzar el propósito didáctico de la obra principal. De ahí la oposición tajante de Samaniego, Iriarte o Moratín a este género breve. El más destacado autor de sainetes es Ramón de la Cruz. En sus obras refleja la vida popular madrileña y las costumbres de la clase media con tono amable y superficial, aunque cultivó también el sainete satírico para censurar tipos y actitudes de su época.
La comedia sentimental es un género de origen francés, 'la comedia lacrimosa', que llega a España a mediados de siglo. Es un género híbrido entre la tragedia y la comedia, de carácter realista, con habitual final feliz, aceptación de las unidades neoclásicas y preferencia de la prosa sobre el verso. Sus temas fundamentales son la crítica del matrimonio desigual y la exaltación de los valores burgueses (honestidad, trabajo, tolerancia, etc.). Su mayor mérito literario consiste en incorporar un nuevo lenguaje -con vocabulario procedente de la ciencia, los negocios o la filosofía- y dar protagonismo a personajes de baja extracción social, ejemplares y sensibles. El drama sentimental español más importante es 'El delincuente honrado', de Jovellanos. Conforme el género se popularizó, tendió a la falta de verosimilitud y al patetismo, y perdió parte de su contenido ideológico, por lo que los ilustrados acabaron por rechazarlo. La decadencia de la comedia sentimental en el siglo XIX llevará a su sustitución por otras formas teatrales como el melodrama.

Pero donde la aplicación de los principios neoclásicos se produce de forma más estricta es en los géneros de la tragedia y de la comedia. Los ilustrados españoles pretendían crear una tragedia española, pero carecían de una tradición autóctona consolidada. Por eso parten inicialmente de modelos franceses, de los que realizan traducciones o adaptaciones. El intento de crear una tragedia española no tuvo, finalmente, éxito: fueron pocas las obras que se escribieron y no contaron con el favor del público, aun cuando se utilizaron temas nacionales que pudieran resultar más proximos, como en 'Pelayo' (1769) de Jovellanos, 'Raquel' (1769) de García de la Huerta, 'Sancho García, conde de Castilla' (1771) de Cadalso, 'Numancia destruida' (1775) de Ignacio López de Ayala, 'Guzmán el Bueno (1777) de Nicolás Fernández de Moratín, etcétera.

La comedia neoclásica o comedia de buenas costumbres tampoco logró triunfar hasta muy tardíamente con las obras de Leandro Fernández de Moratín, razón por la que suele recibir la denominación de 'comedia moratiniana'. Los principios que rigen las comedias neoclásicias son también la aceptación de la regla de las tres unidades, el uso de la prosa o del verso octosilábico (en la tragedia es obligatorio el verso de arte mayor) y el desenlace feliz. Como literatura ilustrada, está siempre presente la intención didáctica, que se concreta en la censura de vicios o de reprobables costumbres sociales. Es también notable la influencia del teatro clásico francés, especialmente de Molière.

En la comedia neoclásica los autores más destacados son Tomás de Iriarte y Leandro Fernández de Moratín. Iriarte escribe 'El señorito mimado' (1783) y 'La señorita malcriada' (1788), comedias en las que censura la educación irresponsablemente tolerante de algunos jóvenes consentidos, que los induce a toda clase de caprichos y vicios. Se trata de un tema central de los ilustrados: la defensa del trabajo y del esfuerzo personal, valores básicos de una burguesía laboriosa, frente a la vida ociosa de las clases acomodadas.

(Lengua Castellana y Literatura, 2º Bachillerato, edición de Julio Rodríguez Puértolas, coordinación y revisión de Literatura de Domingo Ynduráin Muñoz, proyecto y redacción de José Antonio Martínez Jiménez, Francisco Muñoz Marquina, Miguel Ángel Sarrión Mora; ed. Akal, Madrid 2012)

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