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La literatura de la primera mitad del siglo XIX. La poesía romántica

Durante la primera mitad del siglo XIX, la poesía refleja el proceso de transición desde la estética neoclásica hasta la romántica. Gran parte de este periodo sigue dominada por las figuras de líricos de inspiración ilustrada, como Alberto Lista o Manuel José Quintana. Este último, junto a poesía didáctica y patriótica, compone versos que adelantan preocupaciones típicamente románticas, como cuando desarrolla el tópico horaciano pasión/razón: “Yo, atado a la cadena / de la austera razón, sigo gimiendo”.

Como en los demás géneros literarios, el triunfo de la poesía romántica se produce en los años treinta, tras la muerte de Fernando VII. Se compusieron desde entonces numerosísimos textos poéticos que siguieron difundiéndose por la tradicional vía oral (actos solemnes, recitados en tertulias, conmemoraciones, onomásticas, lecturas privadas, etc.) y por los habituales medios escritos (pliegos, sueltos, libros, manuscritos). Además, la poesía encuentra ahora un nuevo medio de difusión: los periódicos y revistas. En la prensa aparecieron cuantiosos textos poéticos que atestiguan el interés por la poesía de la incipiente burguesía, lectora principal de las nuevas publicaciones periódicas. El eco que la poesía tuvo en los medios burgueses iba ligado al hecho de que los poetas del momento mostraban unas inquietudes y expresaban una sensibilidad afines a las de esas clases medias ascendentes, que eran las que compraban los libros y periódicos, escuchaban y protegían a los poetas y, finalmente, los encumbraban socialmente.

Dentro de la poesía romántica tiene un gran desarrollo la poesía narrativa, que relata en verso diversos sucesos históricos, legendarios o puramente inventados. Estos poemas narrativos combinan la descripción, el diálogo y momentos de carácter lírico con la propia narración. Los hay extensos como “El moro expósito”, de Ángel de Saavedra, duque de Rivas, “El estudiante de Salamanca” y “El diablo mundo”, de Espronceda, y “Granada. Poema oriental”, de Zorrilla. En cuanto a los poemas narrativos breves, destaca el cultivo del romance, que aúna el carácter popular, la sensación de primitivismo y el nacionalismo, rasgos todos muy estimados por los románticos españoles. Merecen mencionarse en este género los ‘Romances históricos’ del duque de Rivas y los numerosos de Zorrilla.
La poesía lírica romántica, por su parte, expresa en sus versos temas característicos del romanticismo: los sentimientos personales, la melancolía, el hastío de la vida, el amor, la mujer ideal, la religión, etc. También son románticos los ambientes: lugares solitarios, cementerios, la noche, la luna, las ruinas, el mar embravecido, las tempestades… De todos modos, falta en general en la poesía romántica española la sensación de autenticidad y desgarro propias del ‘yo’ romántico, y, en muchas ocasiones, los poemas quedan lastrados por la tendencia a la retórica, a la grandilocuencia y a la mera repetición de tópicos. También en la lírica los poetas más destacados son Espronceda y Zorrilla.

Otros rasgos formales significativos de la poesía romántica son la mezcla de géneros –de modo que no siempre resulta clara la distinción entre lírica y épica- y la polimetría: se emplean numerosas estrofas y versos en un intento de reflejar en la versificación la libertad creadora del poeta. La principal novedad en este terreno es el uso de la ‘escala métrica’, que consiste en aumentar o disminuir gradualmente la medida de los versos a lo largo de un poema.

(Lengua Castellana y Literatura, 2º Bachillerato, edición de Julio Rodríguez Puértolas, coordinación y revisión de Literatura de Domingo Ynduráin Muñoz, proyecto y redacción de José Antonio Martínez Jiménez, Francisco Muñoz Marquina, Miguel Ángel Sarrión Mora; ed. Akal, Madrid 2012)

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