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Utopía socavada (Kjartan Fløgstad)

La ciudad de Kiruna, situada en el norte de Suecia, es, desde hace tiempo, el escenario de dos utopías: una extremadamente exitosa, otra extremadamente catastrófica. Actualmente, la extremadamente exitosa está amenazada por el colapso. Los últimos estudios de prospección de la compañía minera Luossava-Kiirunavaara de Aktiebolag (LKAB) muestran que se está abriendo una cavidad cada vez mayor debajo de la ciudad. Así, pues, un grupo formado por arquitectos, urbanistas, artistas de instalaciones y grupos de recursos está metido de lleno en la organización del traslado de esta genuina utopía. La cuestión es: si realmente es una utopía exitosa, ¿se puede trasladar esta utopía tan lograda a un lugar real?

Entre los años 1909 y 1912 se estableció una colonia sueca en la región fronteriza entre Argentina y Brasil. Estaba formada por habitantes de las provincias septentrionales de Västerbotten y Norrbotten que juntos intentaron establecerse en el Nuevo Mundo. Muchos de ellos eran obreros que habían acabado en la lista negra con motivo de la huelga general de 1908: sindicalistas bien preparados, gente con unas habilidades por encima de la media, en definitiva, personas con recursos. Por cierto, esta huelga constituye el trasfondo histórico de la novela de P. O. Enquist ‘Musikanternas uttåg’ [“La marcha de los músicos”], de 1978. En un breve epílogo, Enquist reproduce un artículo sobre Brasil, originalmente publicado en el periódico de Kiruna, ‘Norrskenflamman’. En él se dice: “Por encima de toda la conmoción que se creó en torno a nuestras consideraciones acerca del posible éxodo, traslució, sin embargo, la circunstancia de que no teníamos nada que perder aparte de la vida […]. Si lo conseguíamos, no sólo nos habríamos salvado nosotros, sino también aquellos camaradas que se han dado cuenta de que, de todos modos, su vida tiene muy poco valor si se quedan en Kiruna”.

Enquist retomó el tema en su compilación de ensayos ‘Kartritarna’ [“Los cartógrafos”] de 1992. En este caso, comparó la emigración obrera del norte de Suecia con un meteorito. Un pedazo de Suecia se desprende de la Alta Norrland y se precipita contra la tierra entre Brasil y Argentina. Enquist planeó escribir una epopeya en la que la órbita de la cometa mostraría el camino, desde la cuna de la utopía hasta su liquidación. Los obreros suecos emprendieron dos proyectos históricos desde un mismo punto de partida utópico. Del uno, el Hogar del Pueblo socialdemócrata, ‘Folkhemmet’, dice Enquist que fue extremadamente exitoso, del otro, que fue extremadamente catastrófico. El proyecto catastrófico fue el que acabó en la selva de Misiones.
Emigraron alrededor de dos mil personas. En torno a unas mil sucumbieron a lo largo de los dos primeros años en la selva. Los informes recibidos sobre la catástrofe inquietaron al gobierno. Un alto funcionario del Ministerio de Asuntos Exteriores de nombre Paulin fue enviado hasta allí para que investigara lo sucedido. Las condiciones de vida de las que tuvo que dar cuenta eran desgarradoras y a partir de lo que allí vio, aconsejó que los supervivientes fueran repatriados por razones humanitarias. Cerca de unos mil entre los más necesitados recibieron la oferta. Ochocientos se tragaron su orgullo y la aceptaron. Así, pues, un par de cientos se quedó en la selva. Su utopía se hizo añicos rápidamente, aunque la colonia ha sobrevivido hasta nuestros días.

Enquist intentó en vano escribir una novela sobre eta trágica saga de inmigrantes. Sin embargo, esta saga no escrita también tiene su breve posdata. En resumen, la historia es la siguiente: A principios de la década de 1920, los sindicalistas de Rjukan, Noruega, perdieron la batalla por la hegemonía en la lucha obrera. Uno de estos sindicalistas derrotados fue el trabajador de la construcción sucedo, Johan Velin. Este mismo Velin estuvo entre los obreros que emigraron de Kiruna a Brasil. Y en 1912 fue uno de los suecos que fueron repatriados por motivos humanitarios. Sin embargo, diez años más tarde, volvió a abogar por un nuevo éxodo, lo que sin duda dice mucho acerca de las condiciones de trabajo que reinaban en la planta de Norsk Hydro en Rjukan. Inspirado en los relatos de Johan Velin, el sindicato cambia su nombre por el de “Club de Emigrantes Brasil”. El socialismo se convierte en escapismo. Entre unas treinta y cinco o cuarenta personas emigran, con consecuencias tan catastróficas como las dela emigración masiva sueca de las minas de Malmberget. Finalmente, el Estado noruego se hace cargo del viaje de vuelta de una decena de personas, entre adultos y niños, en calidad de “pasajeros consulares”.

Mientras estos meteoritos utópicos se precipitaban y se estrellaban contra la Tierra bajo otros cielos, el movimiento obrero sueco construía una sociedad del bienestar socialdemócrata en suelo patrio. En un principio, ‘folkhemmet’ [“el hogar del pueblo”] fue el nombre que se le dio a los lugares habilitados a la plebe para que ésta pudiera acceder, aunque fuera superficialmente, a la literatura y a la prensa escrita. Como término político, el concepto tiene sus orígenes en la derecha, aunque fue adoptado por los socialdemócratas en la década de 1930 como metáfora unificadora, capaz de reconciliar las partes enfrentadas en la lucha de clases. Como empresa estatal que es, la compañía minera LKAB ha sido clave a lo largo de todo un siglo en la construcción de la sociedad del bienestar sueca. De hecho, el Hogar del Pueblo, ‘Folkhemmet’, está literalmente construido sobre las minas.

La minería socava. Además, es una metáfora tremendamente erotizada como penetración masculina de la Madre Tierra. Durante muchos años, en Hollywood estuvo prohibido mostrar imágenes en movimiento de un tren adentrándose en un túnel. En las profundidades de la tierra el ingeniero de minas dirige las operaciones a lo largo de estrechas galerías. Los aparejos de perforación están listos, los martillos neumáticos se abren camino a través de la roca hacia el mineral, las explosiones se suceden, la montaña tiembla y, arriba, en la superficie, la gente siente los temblores en sus viviendas funcionalistas que conforman el hogar del pueblo, ‘folkhemmet’. Algo está pasando en lo más profundo de la ordenada sociedad del bienestar.

El mineral no es un concepto geológico sino económico. El mineral es la piedra que merece la pena desenterrar y vender en el mercado. El mineral de hierro es una materia prima estratégica de un valor incalculable para la industria bélica, pues el precio del hierro varía de acuerdo con las coyunturas que, as u vez, están sometidas a la guerra, a la paz y a los rumores de un nuevo conflicto. Los precios fluctúan y por eso, en principio, los pueblos mineros son temporales, no están pensados para perdurar, a menudo sólo se componen de unos cuantos barracones alrededor de un agujero en la tierra, levantados allí por la minería y por el afán de dinero, de oro y del preciado mineral de hierro.

La ciudad minera de Kiruna está emplazada entre las montañas de las que se extrae el mineral de hierro, entre los picos de Kiirunavaara y Luossavaara y de Haukivaara al sur. Al principio la llamaron Luossavaara, pero cambiaron su nombre porque Kiruna era más fácil de pronunciar. La ciudad tiene una historia dramática, estrechamente ligada a las guerras y a la alta política del siglo XX. Uno de los motivos más importantes de la ocupación alemana de Noruega en 1940 fue precisamente asegurarse el suministro de hierro desde Kiruna a través del puerto de Narvik. La ciudad y las minas también fueron el símbolo del compromiso interclasista en Suecia. Tras la derrota en la huelga general de 1908-1909 reinó la paz social en el mercado laboral durante décadas. La LKAB era propiedad del Estado al cien por cien y el aparato sindicalista estaba muy bien integrado en el orden establecido. Por consiguiente, los representantes sindicales fueron incapaces de captar las señales que condujeron a una huelga, en parte ilegal, iniciada a finales de 1969, principios de 1970. También en Kiruna, el trabajo del pobre era una mina para el rico, como dice Marx. Cuatro mil ochocientos hombres se declararon en huelga durante casi dos meses.

Desde un punto de vista económico, resulta difícil determinar con toda seguridad los efectos que tuvo la huelga de Kiruna. Lo que la motivó fue una dura racionalización de los procesos de producción y la maximización de unos beneficios que poco repercutirían en los trabajadores. En un principio, la acción contribuyó a reforzar la conciencia de los trabajadores de su propia fuerza. También marcó el inicio de una década tempestuosa para el mercado laboral escandinavo. A más largo plazo, la huelga condujo a una reestructuración gradual de las condiciones de la producción industrial, con la supresión de jerarquías formales y con divisiones menos visibles entre obreros y funcionarios. En la literatura, la huelga ha sido relatada por Sara Lidman en su libro ‘Gruva’ [“La mina”] y sobre el escenario y en formato disco por la compañía sueca de teatro y música NJA.

Las condiciones en el ‘folkhem’ de Kiruna mejoraron, el trabajo bajo tierra siguió su curso y las galerías subterráneas se extendieron hasta llegar por debajo del centro de la ciudad. Con la acumulación de residuos mineros, la montaña Kiirunavaara se transformó en terrazas formadas por pirámides chatas construidas por el hombre. Lenta pero irremediablemente, el pico en forma de cono de la montaña de Luossavaara fue desapareciendo hasta ser sustituido por los desoladores barrancos de una mina a cielo abierto. Mientras tanto, más abajo, las minas subterráneas deformaban el suelo y se iban acercando, poco a poco, a la ciudad durmiente. Debajo del centro, el suelo se llenó de cavidades. La tierra tembló. Ön, un típico barrio residencial, acabó en la zona de fractura y sus habitantes tuvieron que mudarse. Debido al peligro de corrimientos de tierra hubo que clausurar nuevas zonas. La vía férrea, la E10 y varios barrios residenciales estaban amenazados de colapso.

La palabra colapso proviene del latín, ‘collabi’, que significa “derrumbarse”, hundimiento físico o corporal.

¿Qué hacer cuando una ciudad entera está a punto de hundirse, está amenazada de colapso?

En el 2012 se acordó la transformación urbana o traslado de Kiruna y en la actualidad los trabajos de planificación van viento en popa.

La minería seguirá avanzando en las profundidades, por debajo de la civilización. Habrá que rescatar a una ciudad entera y trasladarla a tierra firme.

La vieja sociedad se sostiene sobre pies de barro. Bajo la superficie, invisibles, las perforadoras siguen avanzando, exigiendo una nueva ciudad. Con el amenazante e inminente colapso de la vieja como requisito de la utopía.

A principios del siglo pasado la utopía extremadamente malograda topó con la realidad cuando los meteoritos de la migración laboral escandinava se precipitaron hasta estrellarse contra Misiones, en Sudamérica. En la actualidad, la utopía socialdemócrata extremadamente lograda de Kiruna también está a punto de desmoronarse porque el subsuelo de la ciudad está perforado a causa de las minas de las que vive la ciudad y sobre las que está construida. Ahora habrá que trasladar físicamente la utopía lograda a otro lugar.

Sin tierra firme sobre la que aposentarse, el ‘folkhem’ está a punto de derrumbarse sobre el vacío que tiene debajo.

Utopía quiere decir un lugar que no existe.

Ahora está a punto de convertirse en un nuevo lugar.

(Traducción de Sofía Pascual Pape, Granta en español, nueva época, nº 1, Rebaño + 1, otoño 2014, Galaxia Gutenberg)

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